El fútbol es un nicho virtualmente inexplorado por el periodismo de investigación en nuestro país. Acaso porque se lo ve demasiado ligado al entretenimiento, por su frivolización atosigante o por simple pereza, conocer sus entresijos no ha sido fuente de mayor interés para los periodistas. Y esto a pesar de que ha sido una ventana abierta para personajes de toda calaña, que lo han manoseado como han querido en función de sus intereses. ¿Sí o no, Manuelito?
En otras circunstancias, el anuncio del fiscal de la Nación, Carlos Ramos Heredia, de iniciar una investigación a todos los estamentos del fútbol nacional, habría sido recibido con expectativa. La quiebra virtual de los clubes más importantes del país, Universitario y Alianza Lima, no es otra cosa que el resultado de un manejo salvaje de sus fondos, dilapidados en contrataciones absurdas, gastos insólitos y algunos bolsillos extremadamente sensibles de dirigentes, empresarios y otros oscuros personajes.
Un informe publicado tiempo atrás por este Diario dio cuenta de que Cienciano llegó a tener ingresos por 10 millones de dólares durante sus años de gloria, cuando ganó la Copa Sudamericana (2003) y la Recopa Sudamericana (2004). Hoy, el ‘Papá’ es uno de los cuatro clubes profesionales bajo administración temporal. No tiene cancha propia ni alguna propiedad importante. Y hasta uno de sus jugadores, César Ccahuantico, fue sentenciado por participar en el robo a su tesorería.
Bajo el manto de ser instituciones privadas y la complicidad de sus socios, la labor de destrucción realizada en estos clubes ha sido impecable. ¿El resultado? Deudas astronómicas (solo Universitario debe más de 250 millones de soles) que mantienen en entredicho su estabilidad institucional.
Recientes investigaciones sobre el presunto desvío de fondos de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) a través del Instituto Alfonso Huapaya o las relaciones entre el ex presidente de Alianza Lima Guillermo Alarcón con el prófugo empresario Rodolfo Orellana, demuestran que carne hay, y de sobra. Los dobles contratos, práctica en la que fue involucrado años atrás Freddy Ames, el frustrado candidato a la presidencia de la FPF, es otro asunto inexplorado, así como la mafia que surte de boletos a los revendedores en las afueras de los estadios.
Si detrás de esta investigación fiscal hubiera una saludable intención de hacer profilaxis en el fútbol, sobrarían razones para sentirse entusiasmado. Pero ha sido tan burdo el manejo del caso por el fiscal Ramos Heredia, que lo más probable es que si alguna vez se llega a una conclusión, la pita se rompa por el lado más débil.
Por más que lo haya negado, salta a la vista que esta supuesta megapesquisa, anunciada horas antes de presentarse en el Congreso para hablar sobre su participación en el Caso ‘La Centralita’, es una grosera maniobra distractiva, jugada en taquito con un gobierno asfixiado que no cesa de abrirse frentes.
Ramos Heredia ha terminado pareciéndose a su supuesto peor enemigo. Como Burga, él también quiere pasar piola.