"Las escenas de la turba furiosa persiguiendo a los reporteros Stefanie Medina y Carlos Brown de Canal N no ha tenido hasta ahora impacto alguno en la intención de voto por el candidato del sombrero, y eso da una idea de la gravedad de la situación que enfrentamos". (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
"Las escenas de la turba furiosa persiguiendo a los reporteros Stefanie Medina y Carlos Brown de Canal N no ha tenido hasta ahora impacto alguno en la intención de voto por el candidato del sombrero, y eso da una idea de la gravedad de la situación que enfrentamos". (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
Mario Ghibellini

La agresión sufrida recientemente por distintos periodistas que trataban de cubrir las actividades del aspirante presidencial de no ha sido producto del azar. Ha sido una consecuencia directa del azuzamiento contra la prensa que sostenidamente ha llevado adelante el propio a lo largo de esta campaña. Y el hecho de que sus arengas sobre los contenidos supuestamente “basura” de los medios estén en sintonía con el programa de gobierno pergeñado tiempo atrás por sugiere que tal hostilización constituye, en realidad, un elemento central en la estrategia de ambos para tentar el poder y quedarse en él si lo alcanzan.

A juzgar por lo que indica la encuesta de Datum divulgada ayer –un ligero repunte de Castillo y un estancamiento de – las escenas de la turba furiosa persiguiendo a los reporteros Stefanie Medina y Carlos Brown de Canal N no ha tenido hasta ahora impacto alguno en la intención de voto por el candidato del sombrero, y eso da una idea de la gravedad de la situación que enfrentamos: lentamente nos hemos ido deslizando a un escenario de violaciones a las reglas esenciales de la democracia sin que nadie se escandalice demasiado. Y lo que hasta hace poco parecía impensable, se presenta ahora como menudencia cotidiana.

–Remate de indulgencias–

Si aparece, digamos, la grabación de un congresista electo de Perú Libre afirmando que si toman el poder no lo dejarán, mucha gente mira sencillamente para otro lado o se da por satisfecha con los tímidos deslindes de Castillo al respecto. O, peor todavía, ensaya sus propias fórmulas para sacarle las castañas del fuego al titular de la turbia confesión (y, en consecuencia, también a su candidato). Como hizo, por ejemplo, esta semana el cardenal Pedro Barreto al proponer que no se propague “tanto” la declaración de marras “porque, sin duda alguna, lo que está haciendo es dividir”.

Y así como él, otros representantes de los diversos sectores de izquierda que se han acercado a Cerrón y a su vicario en esta segunda vuelta se ponen a rematar indulgencias cuando se les pregunta por la agresión que comentamos. Murmuran primero, por supuesto, una breve condena (a la manera de quien cumple con un trámite enojoso), y luego proceden a expender atenuantes, tanto para la turba violenta como para su instigador.

La circunstancia de que esos personajes traten de “invisibilizar” –neologismo que ellos utilizan con éxtasis– el atropello a la libertad de prensa que el envío de partidarios enardecidos a golpear a periodistas supone no nos va a inhibir, sin embargo, de hacer notar en esta pequeña columna que esa acción de apariencia primitiva forma parte, en realidad, de un minucioso plan.

Intimidar a los medios incómodos con el afán de silenciarlos es, en efecto, un empeño consistente con los de “desactivar” el Tribunal Constitucional (TC) y la Defensoría del Pueblo o el de cerrar el Congreso para instalar en su lugar una Asamblea Constituyente. Se trata de objetivos que han sido elegidos porque tienen por finalidad limitar el poder de quien sostiene las riendas del Ejecutivo, y lo que la dupla Castillo-Cerrón busca es, a todas luces, evitar que eso ocurra si es Perú Libre quien obtiene la victoria electoral el próximo 6 de junio.

La estrategia incluye simular propósitos de enmienda ante la opinión pública cuando la reacción por el batacazo a la institucionalidad democrática anunciado o esbozado se torna demasiado ruidosa. Y entonces Castillo firma proclamas ciudadanas sobre el respeto a la Constitución vigente o cambia el verbo “desactivar” por “fortalecer” al referirse a la Defensoría del Pueblo o al TC… para después volver al discurso inicial y continuar avanzando hacia la posibilidad de ejercer una tiranía sin cortapisas.

Eso es lo que ha procurado hacer también con respecto a las agresiones verbales y físicas a los medios y los reporteros, pero el trabalenguas que le ha salido habla por sí solo. “En todo el país habla y me dice de la prensa mermelera. Y creo que, en este momento, nadie debe sentirse aludido porque, en todo caso, si así fuere, creemos importante que esas cosas se tienen que hacer”, dijo. Y si aquello fue palabra de maestro, es de imaginar lo confundidos que han de haber quedado los alumnos.

–Proseguir–

La novedosa acepción de la expresión “paren las prensas” que parecen haber puesto en boga desde Perú Libre, entonces, proseguirá de seguro en las dos semanas que restan de campaña. Por ahora, a través de piquetes de prosélitos que, premunidos de trinches y antorchas, corretean a periodistas que solo están cumpliendo con su trabajo. Pero si llegan al gobierno, las cosas prometen ponerse mucho peor. Y lo mismo cabe anticipar acerca de todas las otras salvaguardas del sistema democrático contra el ejercicio abusivo del poder a las que Castillo ya amenazó.

Como se ha dicho hasta el cansancio en estos días, estamos notificados de todo esto, pero demasiada gente no termina de abrir los ojos frente a esa realidad y es posible que cuando lo haga, sea ya muy tarde para evitar las excrecencias totalitarias del régimen que se nos quiere endilgar.

Una auténtica lástima, porque el amor a la libertad no tendría que ser un valor que se aprende a golpes.