El Perú no es Centroamérica, por Fernando Rospigliosi
El Perú no es Centroamérica, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

El jefe del Gabinete, , ha tenido una gran idea para tranquilizar a los peruanos ante la creciente ola delictiva. Ha dicho que el Perú no está tan mal como Centroamérica, donde algunos países tienen las tasas de homicidios más altas del mundo.

Un modesto consejo: para reforzar el argumento, la próxima vez podría afirmar, sin temor a equivocarse, que el Perú no es Siria, país desgarrado por una horrenda guerra civil. Y que Lima no es Raqqa, la capital del Estado Islámico. 

Así, cuando transitemos por una calle de nuestro barrio y nos asalten, tendremos el consuelo de que solo nos han robado –y quizás golpeado o herido–, pero que no caerán sobre nuestras cabezas las bombas de los aviones Rafale franceses y Sukhoi rusos. Entonces agradeceremos al gobierno de Ollanta Humala por no estar tan mal como Siria o Centroamérica.

En realidad, lo que ha dicho Cateriano es una necedad, una de las tantas que manifiesta desde que ha ocupado el cargo y se ve obligado a justificar lo injustificable para complacer a la dispensadora de la luz verde.

Estamos deslizándonos sin pausa a una situación que el papa Francisco calificó hace algunos meses como de “mexicanización” (refiriéndose a la Argentina), es decir, de violencia criminal incontrolable y corrupción desbocada de las instituciones encargadas de combatir el delito.

La última encuesta de victimización del Barómetro de las Américas (2014) muestra al Perú en un deshonroso primer lugar –por encima de Centroamérica– con un 30,6%. Es decir, casi un tercio de peruanos admite haber sido víctima de un delito en el último año.

Es verdad que la violencia en nuestro país todavía no alcanza los niveles de México o Centroamérica. Pero lo cierto es que hoy día no sabemos cuál es la tasa de homicidios del Perú, por la sencilla razón que el gobierno está falsificando groseramente las cifras.

Según los datos oficiales del Gobierno Peruano presentados al Observatorio de la OEA, el 2011 la tasa de homicidios era de 24,1 por cien mil habitantes, ligeramente más alta que el promedio latinoamericano. Pero Humala hizo que ‘recalcularan’ la tasa del 2011 y la bajó arbitrariamente a 5,4 por cien mil habitantes, es decir, ¡a una quinta parte!

Por eso el gobierno puede decir con todo desparpajo que en el 2014 la tasa de homicidios solo ha aumentado ligeramente y está en 6,7 por cien mil habitantes, solo un poco más alta que la de Chile, un país que no es el primer exportador de cocaína del mundo como el Perú, ni tiene delitos violentos como el sicariato y la extorsión extendidos y en alza. Nadie que conozca la situación puede creer eso, pero el gobierno lo usa en foros internacionales para falsificar la realidad de la criminalidad.

La triste verdad es que, a despecho de los números manipulados por el gobierno, los peruanos somos conscientes de que la criminalidad va en aumento y de que no existe ninguna política coherente para enfrentarla.

El problema clave es la corrupción e ineficiencia de las instituciones encargadas de combatir el delito –la policía y los sistemas judicial y penitenciario– que los políticos y los sucesivos gobiernos se niegan a reformar porque prefieren usarlos en función de sus intereses particulares.

Si en los próximos 5 años tenemos un gobierno tan inepto y corrupto como el actual, creo que quedan pocas dudas de que la delincuencia seguirá creciendo y la violencia alcanzará niveles parecidos a los que desgraciadamente tienen México y Centroamérica.

Ojalá que no nos equivoquemos el próximo año al elegir. Es posible cambiar, podemos revertir la situación de inseguridad ciudadana. Se requiere liderazgo, ideas claras y honestidad.

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Despedida. Esta es mi última columna en El Comercio, por lo menos en esta etapa. A partir de hoy voy a apoyar la campaña de Pedro Pablo Kuczynski y eso es incompatible con esta función. Quiero agradecer especialmente a Fernando Berckemeyer, que cuando se desempeñaba como jefe de la página de Opinión, me invitó a escribir en este Diario. Para mí ha sido un inmenso privilegio publicar en un periódico que ha sido infaltable en mi hogar desde que tengo uso de razón.