"Más que celebraciones ruidosas o triunfalistas, requerimos repensar nuestras categorías y mitos históricos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Más que celebraciones ruidosas o triunfalistas, requerimos repensar nuestras categorías y mitos históricos". (Ilustración: Giovanni Tazza)

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el mundo a una tasa de 3% promedio hasta el 2060, guiado principalmente por las mejoras en productividad y en capital humano. En el , donde crecemos actualmente a tasas parecidas, dicho número podría sonar insignificante (a sabiendas del potencial de crecimiento que tenemos) Pero si miramos el espejo retrovisor, en términos locales e internacionales, ese guarismo esconde un desarrollo global impresionante y, por supuesto, una oportunidad inmensa para nosotros.

Primero, mirémoslo desde un punto de vista histórico. Entre los años 1 y 1820, el mundo creció virtualmente cero (para ser exactos, la tasa de crecimiento promedio fue de tan solo 0,1%). Sin embargo, entre 1820 y el 2003 la tasa de crecimiento promedio se disparó a un 1,25% anual. Y entre 1960 y el 2010 el mundo creció a un promedio anual de 3,61%.

Luego, veamos estas cifras de crecimiento a través de los ingresos por persona: entre los años 1 y 1820, el producto por persona pasó de los US$467 a los US$667 (un crecimiento anual del 0,02%). Es decir, nada. A partir de 1820 las cosas cambian, y mucho. Las revoluciones cultural, energética y tecnológica –que dieron paso a la industrialización– revirtieron el círculo vicioso predominante (pobreza, guerras y pestes) por uno absolutamente progresista: trabajo, longevidad y libertad. Para 1890, los ingresos por persona sobrepasaban los US$1.058; para 1950, los US$2.082; y para el 2000 llegaban a los US$5.957 (datos de Maddison, Bolt y otros). Hoy, según el Banco Mundial, el ingreso promedio sobrepasa los US$10.164 por persona.

La expectativa de vida es una simple manera de medir este progreso: en corto, se ha triplicado la misma en el período estudiado, pasando de los 24 años a los 72 años actuales. Casi cualquier forma de medirlo (mortalidad infantil, educación, alimentación, acceso a servicios básicos y derechos civiles, entre otros) señala el fenomenal progreso proveniente de esas mayores tasas de crecimiento económico.

Que la economía mundial crezca al 3% promedio, entonces, es una gran noticia. El problema, si se puede llamar así, es en el interior de ese promedio. Durante la próxima década, los países no desarrollados crecerán a una tasa promedio cercana al 7%, pero a partir de la siguiente década caerán al 5% y a la mitad de eso (2,5%) a partir del 2050. Lo que nos lleva al punto central de la reflexión: no nos quedan muchos años más para gozar de la oportunidad de crecer a altas tasas y, con ello, beneficiar a los millones de peruanos que aún requieren mejoras sustanciales en su calidad de vida.

¿Cómo crecer a mayores tasas de las actuales? En simple, es necesario hacer reformas. En complejo, es necesario formular un mecanismo de identificación y consenso de reformas institucionales, políticas y económicas que permitan a los peruanos y extranjeros, de todos los tamaños, emprender inversiones y negocios que mejoren la productividad promedio actual. Léase, inversiones grandes y chicas que impliquen mejoras tecnológicas, laborales y sostenibles en el tiempo.

El reto es claro; el problema es que pareciera no ser prioritario para quienes definen dichos consensos. Se necesitan líderes capaces de entender las inmensas oportunidades que se nos presentan, así como las amenazas que asoman de no tomar pronto la iniciativa. Ojalá despierten, pronto, del letargo.