La polarización inútil, por Ignazio De Ferrari
La polarización inútil, por Ignazio De Ferrari
Ignazio De Ferrari

La historia política reciente de América Latina nos muestra que, en ciertas circunstancias, es inevitable que la oposición adopte una estrategia de enfrentamiento frontal contra el gobierno. La Venezuela de estas horas, en la que la oposición a Nicolás Maduro lucha a fondo contra el Ejecutivo en todos los frentes, es un caso paradigmático. El Perú de la estatización de la banca en 1987 es otro buen ejemplo.

Ese tipo de enfrentamientos suelen polarizar a un país. Pero cuando valores esenciales como la democracia o la economía de mercado están en juego, no hay otra opción. En cambio, es difícil encontrar una justificación cuando se utiliza una mayoría legislativa para someter a un gobierno de solo cuatro meses a un desgaste temprano con la censura de un ministro que ha hecho bien las cosas. Porque sobre un ministro de Educación que emprende reformas serias y muestra importantes avances de gestión, solo deberían existir consensos. Si en un país con las desigualdades que tiene el Perú la educación no es prioridad de todos, entonces ¿qué puede serlo? 

Si la polarización temprana es dañina para los intereses del país, lo es en el fondo también para el fujimorismo. Los resultados del último ciclo electoral dejaron dos mensajes muy claros. El primero es que el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski debe convivir con una mayoría fujimorista. El presidente parece haberlo entendido, y por eso no respondió a la bomba de la censura con la bomba del voto de confianza. El segundo mensaje es que el antifujimorismo sigue siendo una fuerza aglutinadora fundamental. No está del todo claro que Fuerza Popular lo haya entendido –o lo quiera entender–.

Keiko Fujimori tiene dos grandes retos con miras al bicentenario. El primero es desactivar –o al menos reducir– el antifujimorismo como identidad política central en la vida del país. El segundo es que no se forme una alternativa política antisistema que le pueda disputar su hegemonía en los sectores populares. En ambos frentes, una estrategia de choque contra el gobierno sería contraproducente.

A corto plazo, la censura de Jaime Saavedra ha sido un duro golpe para el gobierno porque ha dejado en evidencia su vulnerabilidad. Pero si en Fuerza Popular optan por el camino de la confrontación, a mediano plazo los que pueden salir más dañados son ellos. El fujimorismo le daría municiones a sus rivales para mantener activo el sentimiento ‘anti’. En algún momento, el voto de confianza y la posibilidad de la disolución parlamentaria se convertiría en la única opción viable para el Ejecutivo. Los fujimoristas estarían nuevamente entrampados en el “tú no has cambiado, pelona” de la última campaña.

Por otro lado, si bien frente al ascenso del antisistema de turno, al fujimorismo le conviene tener un claro perfil opositor al gobierno, no debe olvidar que ellos son los padres de lo que en nuestra jerga política entendemos por “el modelo”. En otras palabras, si Kuczynski se hunde, puede llevarse consigo el sistema económico liberal que se estableció con la Constitución de 1993. El relato fujimorista que enfatiza la paternidad de la estabilidad económica se vería en aprietos.

Fuerza Popular debería entender cuanto antes que el hecho de que Kuczynski los haya derrotado por un pelo en la última elección no lo hace su principal rival de cara al futuro. A diferencia de otras fuerzas, este gobierno no busca desterrar al fujimorismo de la política nacional. Además, en las últimas tres elecciones, el partido de gobierno ni siquiera ha logrado presentar candidato presidencial, de modo que es difícil imaginar que sea alguien del oficialismo quien le dispute la presidencia a Fujimori en el 2021. Se ha especulado con que el fujimorismo buscaría la vacancia presidencial, pero ¿para qué? ¿Le convendría a Fuerza Popular que todo el país vea que fueron ellos quienes se tumbaron al gobierno? Es saludable que la presidenta del Congreso Luz Salgado haya descartado la vacancia, aunque solo sea “por ahora”.