(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

El Perú ha avanzado muchísimo en lo económico durante las últimas décadas. Integramos los círculos comerciales más importantes del mundo: el APEC, la Alianza del Pacífico, el nuevo Tratado de Asociación Transpacífico, y tenemos tratados de libre comercio con más de 40 países. La pobreza extrema ha descendido de 23,9% en el 2002 a 3,8% en el 2016 y el surgimiento de una clase media, antes prácticamente inexistente, impulsa el desarrollo económico.

Sin embargo, nuestra política puede ser un espectáculo y nuestros políticos los artistas de este. Vivimos el resultado de la poca importancia que se le ha dado a la política en las últimas décadas. Carecemos de una clase política organizada en partidos, lo que permite que cualquiera ejerza el poder, sin siquiera saber lo que ello significa.

Un político extranjero me comentó, sorprendido, que en el Perú nadie se confesaba político. Me narró su conversación con un primer ministro que sostenía que era un técnico. Esto es parte del problema: nadie quiere ser un político. Por ello, los improvisados usan la política como una manera fácil de enriquecerse olvidando que ser político entraña el deber de servir y no de servirse.

En la historia de la humanidad se han desarrollado distintas tesis sobre la política. Platón señalaba que todos los sistemas políticos son corruptos por naturaleza, por lo que el gobierno debía recaer en una clase educada para ello. Aristóteles decía que la política era intrínseca a la naturaleza del hombre y que toda forma de gobierno tendría una vertiente correcta o incorrecta. Maquiavelo, que el fin justifica los medios, por lo que era posible acceder al poder mediante subterfugios. Hobbes señaló que los hombres podían ser absolutamente libres y por ello tendrían confrontaciones constantes, requiriéndose un contrato social. Rousseau planteó que con el contrato social los individuos aceptaban la voluntad general instaurando la república, y Marx dijo que toda forma de gobierno implica la existencia de una clase dominante.

La política, entonces, son las decisiones tomadas por determinados grupos que ostentan el poder para organizar una sociedad. Es el ejercicio del poder a partir del contrato social. ¿Y cómo es que los peruanos que ejercen el poder se niegan a admitir que son políticos?
Algo está muy mal con nuestra política. Los últimos años, con honrosas excepciones, hemos padecido una clase política decepcionante donde prima el interés personal y todo es dejado de lado por una individualidad corrupta.

Para que nuestra clase política mejore debemos enseñar desde el colegio lo que significan el contrato social, el bien común, la democracia. También que hacer política no es beneficiarse sino servir. A pesar de todo, hay buenos políticos que gobiernan sirviendo al país, sin corrupción. Si en las décadas pasadas nos hubiéramos ocupado de la clase política, podríamos haber tenido un número mayor de estos, y Odebrecht sería un problema de otros países.