(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

No pertenezco al 78% que considera un acierto el adelanto de elecciones. Pero tampoco creo que los congresistas que se oponen lo hagan por defender los intereses del país. Estoy convencido de que la gran mayoría lo hace para asegurarse el quinto año en su curul, incluidos sueldo, pompa y privilegios; y, en no pocos casos, su inmunidad ante investigaciones en curso.

La mayoría del es la principal responsable de esta situación. Nunca tuvo una agenda legislativa propia en favor del país; se convirtió en cambio en una maquinaria aplastante en el objetivo de trabar al . Una mayoría, además, que usó su poder para proteger a los suyos y castigar a los opositores o posibles disidentes. Peor todavía, que blindó primero a Hinostroza y luego a Chávarry, logrando salvarlos de ser investigados por las más graves acusaciones. Que los Cuellos Blancos del Puerto sigan teniendo tanto poder en el Poder Judicial y el Ministerio Público es en gran medida su responsabilidad.

¿Justifica todo esto el tratar de adelantar las elecciones generales? En mi opinión, no.

No es verdad que hacerlo vaya a fortalecer nuestra institucionalidad. Con todo lo repudiable y repudiado que puede ser, este Congreso ha actuado dentro del marco legal. Siendo cierto que han propiciado un entrampamiento que ha afectado la viabilidad económica y política de estos años, lo que merece es una sanción política de los ciudadanos.

¿Era imposible seguir gobernando? Si pensamos en grandes reformas para el país, no hay posibilidad de concretarlas. Pero también es verdad que el Ejecutivo debería poder, con las múltiples herramientas a su alcance, lograr gobernabilidad y gestión.

Me preocupa que el adelanto de elecciones ponga fin a un ciclo político de estabilidad institucional que se inicia luego de la fuga de Fujimori. Por más mediocres y manchados de corrupción que hayan sido los Ejecutivos y malos los Congresos, todos terminaron sus períodos. Siendo constitucional, el pedido del Ejecutivo no ayuda para mantener reglas institucionales duraderas. Es muy riesgoso que se siente un precedente para que, en cada situación de alta tensión entre los dos poderes, el más popular acabe con el otro para repartir las cartas de nuevo.

Me parece peligroso hacerlo con el argumento de que la gente lo pide. No olvidemos que muchísimos de ellos, en su momento, con su voto, eligieron a estos congresistas, lo que da cuenta de la volatilidad de lo que la gente quiere. Gobernar en democracia no solo significa moverse en aguas mansas, sino también en las bravas. Incluye tomar decisiones difíciles, respetando reglas y plazos, así ello sea impopular.

El argumento de que se adelantan elecciones porque las reformas políticas no avanzaron con este Congreso es feble. Que este Congreso quería mantener el statu quo es evidente. Pero el Ejecutivo es corresponsable de que este ciclo de reformas esté abortando. Para empezar, porque para alcanzar mucha popularidad convirtieron la no reelección de congresistas en parte de los cambios. Medida populista como las anteriores del Congreso de prohibir la reelección de alcaldes y gobernadores. Esto trajo como consecuencia que la mayoría metiera, tramposamente, la reelección en la pregunta sobre el Senado y que, por ello, pidiera votar No a esa pregunta. Se perdió así, desde el inicio, una de las reformas más importantes.

También tiene responsabilidad el Ejecutivo cuando pese a haber insistido en mantener la “esencia de las reformas”, aceptó que, con disposiciones transitorias, algunas se desnaturalizaran. Pero el más grande error fue recurrir a la “confianza por interpretación”. Luego de la lluvia de cuestionamientos, el Ejecutivo supo que eso no iba a funcionar. Ahora, con el adelanto de elecciones, se termina de enterrar la posibilidad de una reforma política en serio. Asimismo, nos deja con una reforma de la justicia que no logró dejar el pañal.

Dicho todo lo anterior, ya la pasta de dientes se salió del tubo y ya no hay forma de regresarla. Estamos en una situación nueva y hay que trabajar en base a esa realidad.

CODA: Estoy convencido de la honestidad de Martín Vizcarra. Pero fue chocante que pusiera como primer ministro a quien había encabezado desde el Congreso el pedido de vacancia de PPK por sus vínculos con Odebrecht. Nadie lo sabía, tampoco Vizcarra, pero además había puesto al gato en la despensa.