"Nuestra izquierda radical quiere mostrar que tiene músculo político". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Nuestra izquierda radical quiere mostrar que tiene músculo político". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Gonzalo Banda

El laboratorio político peruano continúa produciendo innovaciones y recreaciones, y, por condiciones, nos comenzamos a aproximar a un populismo que curiosamente se estaría quedando sin pueblo. Lo ha habido por momentos en algunos países de la región, pero difícilmente tan al comienzo del mandato de un presidente populista. Hace un mes, el presidente tenía una popularidad mayor. Ahora, dependiendo de la encuestadora, ha perdido alrededor de 20 puntos de popularidad. Ha dilapidado su aprobación en todos los segmentos socioeconómicos. Y si bien su caída más honda es en Lima, también pierde en las demás regiones.

Se ha debilitado rápidamente. Era esperable de un presidente al que sus mismos simpatizantes le hacen una protesta días antes de juramentar, conminándolo a contar con ellos para su gobierno y a no seguir la ruta de la ‘caviarización’. , el excanciller, ha dicho en una reciente entrevista que, si bien había muchas personas honorables en el Gabinete, es también cierto que muchas de las designaciones ministeriales correspondieron, en primer lugar, a una repartición partidaria y, en otro caso, a un pago de favores personales. Béjar reconoce que quizá el error más grave del Gobierno no ha sido presentar una lista de ministros de las regiones del Perú, sino que los nombrados no tenían los méritos ni la experiencia, y ha manifestado que hay profesionales capacitados en las regiones con los que tranquilamente se pudo armar un equipo descentralizado.

Béjar tiene razón en esto. Más que la radicalización del presidente, lo que hemos podido constatar ha sido que Pedro Castillo tropezó continuamente con el cuoteo de poder para contentar a los que lo llevaron al Gobierno, y la improvisación, sin tomar la batuta política, dejó un espacio que lo llenaron otros. En su ausencia, aprovechó el momento para aparecer en pantalla, haciendo un manifiesto político que, según lo que sabemos, ha producido malestar en el presidente Castillo. Cerrón es un hombre convencido de que sus ideas plantean un proceso revolucionario necesario para el Perú, pero cuando habla lo hace pegado a un manual ideológico al que le hace falta contacto con la realidad. No ha medido su músculo político, no le ha tomado la temperatura al momento y parece querer estar forzando las condiciones culturales para llevar a cabo una ambiciosa agenda radical para la que claramente no ha preparado el camino. Más Gramsci y menos Lenin.

En menos de un mes, nuestro laboratorio político ya ha convocado a varias marchas de pedido de vacancia promovidas por nuestra ‘alt-right’; marchas que han perdido la vitalidad y el músculo político que tuvieron hace varias semanas. Insisten en dejarle el liderazgo político de las manifestaciones a políticos profundamente impopulares, que han sido jubilados hace mucho tiempo por la opinión pública, pero que aprovechan cualquier recodo donde haya una multitud para ensayar un selfi. Es un selfi que de ninguna manera conseguirían por méritos propios, el selfi del 1%. Insisten en afirmar que las pugnas internas al interior de Perú Libre son ilusorias y que todo forma parte de una orquestada maniobra de despiste que solo tiene como fin desorientar a la oposición. Hasta Keiko Fujimori, que ya ha reconocido como presidente a Castillo, se ha distanciado con astucia de ellos, y ellos han respondido bautizándola como ‘keikocaviar’.

Pero nuestro laboratorio político es tan peculiar que Cerrón también ha convocado a una marcha para defender la agenda reformista. Nuestra izquierda radical quiere mostrar que tiene músculo político. Lo tuvo para defender el voto de Pedro Castillo, pero, ¿será capaz Cerrón de movilizar multitudes en torno a su plataforma partidaria o acaso contemplaremos que la gran desaprobación de su imagen pública también se traduce en su ausencia de músculo popular? Como fuera, el proyecto de Castillo comienza a parecerse un poco a los proyectos populistas de izquierda en Latinoamérica que naufragaron. Una mesa de gobernantes como Zelaya o Lugo que perdieron credibilidad y base social: los populismos fallidos, como ha recordado Rodrigo Barrenechea en los últimos días.