(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

Dio un golpe desde Palacio apoyado por las Fuerzas Armadas. Disolvió el Congreso Bicameral, el Tribunal de Garantías Constitucionales, el Consejo Nacional de la Magistratura, los gobiernos regionales. Intervino la Contraloría General de la República y la procuraduría. Es decir, afectó el funcionamiento político de las instituciones que nacen del mandato popular o forman parte de la estructura funcional del Estado. A pesar de todo, fue indultado en nombre de la gobernabilidad.

También ha sido indultado en nombre de la gobernabilidad quien por tres días ocupó manu militari los medios de comunicación, arrepintiéndose luego por temor a la presión internacional, pero se las ingenió para crear unos periódicos con plata de todos nosotros y ponerlos a su servicio incondicional. Después corrompió a algunos dueños de los medios de comunicación. Destituyó a los miembros de la Corte Suprema y cesó a 150 jueces. Depuso a los miembros del Jurado Nacional de Elecciones y al directorio del Banco Central de Reserva. Para impedir que estas medidas fueran revocadas, un Congreso de mayoría genuflexa modificó los recursos de hábeas corpus.

Los presidentes de las cámaras legislativas sufrieron arresto domiciliario, los partidos políticos y sindicatos estuvieron ocupados por los militares.

Periodistas, dirigentes políticos y sindicales estuvieron encarcelados. Sabía de los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos, se calló la boca y luego amnistió a los criminales. Calumnió a través de los diarios chicha a sus adversarios, políticos y periodistas, también los ‘chuponeó’. Impidió con dos leyes de su servil mayoría en el Congreso que se realizara un referéndum contra su ilegal reelección, cesó a cuatro miembros del Tribunal Constitucional porque declararon ilegal su intento de reelegirse. Con dinero del Estado promovió el transfuguismo e hizo fraude en las elecciones del 2000. Junto con Montesinos creó un sistema de corrupción en diversas instituciones públicas. Arbitrariamente cesó a 117 diplomáticos, 300 catedráticos de San Marcos y otros tantos de La Cantuta, sin demostrar que eran terroristas como se afirmaba. Y fue indultado.

Tuvo un proceso transparente y fue condenado por una serie de otros delitos, contra la vida, el honor, la seguridad pública, de cohecho activo, falsedad ideológica, peculado doloso, interferencia telefónica, secuestro agravado (Dyer y Gorriti), usurpación de funciones, compra ilegal de canal de noticias, irregular compensación por años de servicio a su compinche Montesinos. Luego de los ‘vladivideos’ y la Marcha de los Cuatro Suyos huyó del país y renunció por fax, consecuencia del desprecio que tiene de la voluntad popular y de las leyes, a la que ahora le pide un perdón genérico como para salir del paso.

A pesar de todo este prontuario, no de cualquier delincuente sino de uno que tuvo aunque sea como dictador el gobierno del país, ha sido indultado en nombre de la gobernabilidad sin ninguna brújula ética.

Señores, si esta es la gobernabilidad en el Perú que algunos profujimoristas y filofujimoristas defienden, producto de un innominoso acuerdo bajo la mesa del cual no sabía el abogado defensor del presidente, la mayoría de los entonces ministros y los congresistas de Peruanos por el Kambio, tienen razón los que han calificado el indulto de político.

Si algunos quieren todavía apoyar una gobernabilidad sin ética, sin transparencia, con un pueblo engañado y desempoderado, sin reconocimiento ni respeto por el otro, una gobernabilidad en donde la alianza entre la plutocracia, la cleptocracia y el ‘outsider’ es la tónica para tomar decisiones políticas, están poniendo en peligro los principios y valores republicanos. En realidad, lo que están haciendo es socavarlos, facilitando que se produzca el desgobierno, la fujidependencia (Tuesta dixit), la mentira desde las más altas esferas del Estado y el más burdo negociado utilizando las instituciones para el enriquecimiento ilícito.

Sería bueno para la salud de la República que las dirigencias políticas, sociales y económicas recuerden este adagio romano. No deben mezclarse los negocios públicos con los negocios privados. Si estas farsas continúan, las calles y plazas del Perú serán invadidas por muchos cuatro suyos.