"A las pocas horas de haberse construido ese escenario, lo hace trizas al conceder un indulto inmotivado a Alberto Fujimori, enajenándose por completo al sector social y político". (Foto: Archivo El Comercio)
"A las pocas horas de haberse construido ese escenario, lo hace trizas al conceder un indulto inmotivado a Alberto Fujimori, enajenándose por completo al sector social y político". (Foto: Archivo El Comercio)
Juan Carlos Tafur

El presidente  juega con fuego y no sabe cómo contenerlo o apagarlo. Invoca y moviliza los espíritus primarios de la sociedad peruana y no lo hace en base a un gran proyecto nacional sino a un, hoy visto como vulgar, objetivo de quedarse en el poder.

No se entiende qué gana al final el presidente. Se queda sí en el cargo, pero ¿a cuenta de qué? Hasta hace dos días, había logrado galvanizar una vez más el alma antifujimorista y se suponía que, a partir de ello, iba a encontrar nuevamente la inspiración gubernativa y trazar un nuevo derrotero lejano de la sumisión pusilánime a las embestidas de .

A las pocas horas de haberse construido ese escenario, lo hace trizas al conceder un indulto inmotivado a enajenándose por completo al sector social y político que lo sostuvo contra viento y marea para evitar su vacancia.

¿Gana mucho PPK? Quizás el único beneficio tangible inmediato se deba a la división de la bancada naranja, ahondando lo que ya es una disidencia de una decena de parlamentarios. ¿Algo más que eso? ¿Se imaginan lo que pasaría si en unas semanas vuelve a reaparecer alguna denuncia que involucre al presidente en el escándalo Lava Jato? ¿Nuevo Perú esta vez lo va a respaldar? ¿Fuerza Popular se va a fajar por él por haber indultado a Alberto Fujimori? ¿El Apra cambiará de talante? Ni siquiera podrá tener los votos originales de su propia bancada y tal vez solo la neonata de Kenji se animaría a sostener a un gobierno hoy más débil que hace una semana. PPK puede terminar siendo más rehén del fujimorismo y sus votos congresales. No veo que el indulto le sirva para domesticar las fuerzas de la oposición.

Uno podría entender decisiones dramáticas como la señalada si al menos hubiese un proyecto reformista radical, siendo el indulto una rueda de molino a tragarse en esa perspectiva. Pero dar ese paso simplemente como contraprestación a la cesión de diez votos para impedir que lo expectoren del poder, rebaja a nivel de mercancía la que estaba exigida de ser una decisión que comprometiera no solo sobrados motivos médicos sino absoluta transparencia política para acometerlo.

La mayoría del país está a favor del indulto, aun cuando la minoría social al respecto pueda tener capacidad de movilización social y mediática. Ello no era óbice para no exigir que el indulto se tramitase con todos los rigores legales, que ayudasen a minimizar las consecuencias. Acá se ha hecho atizando una hoguera que, estamos seguros, PPK ni siquiera registra.

El indulto es una decisión dramática, controversial. No es esa turbulencia la que políticamente preocupa –ella era inevitable– sino que su origen espurio termine por golpear la línea de flotación de un régimen que no sabe manejarse en esas aguas.

Todo hace pensar que PPK seguirá siendo el mismo gobernante mediocre que nos ha gobernado este año y medio, negado para ser un mandatario convocante, jugador de grandes ligas políticas, atento radar del desvelo ciudadano.

Un presidente puede ser malo, hasta eso se puede tolerar en aras de la gobernabilidad democrática. Lo que no puede es perder la convocatoria moral mínima, como lo acaba de hacer PPK, afectando el respaldo de sus “fuerzas vivas” y no ganando ninguna a cambio.