"Lo grave de la crisis se acentúa cuando se constata que PPK no ha tenido un primer año con mayores conflictos sociales, la calle ha estado despejada; y la oposición atraviesa serias crisis partidarias" (Foto: Archivo El Comercio)
"Lo grave de la crisis se acentúa cuando se constata que PPK no ha tenido un primer año con mayores conflictos sociales, la calle ha estado despejada; y la oposición atraviesa serias crisis partidarias" (Foto: Archivo El Comercio)
Juan Carlos Tafur

El presidente no percibe la dimensión de la crisis política. Él confía ciegamente en que la mejora económica que sobrevendrá en su segundo año de mandato será más que suficiente para remontar la cuesta. PPK está convencido de que todo pasa por allí y, por añadidura, que él no tiene mayor responsabilidad ya que han sido dos crisis externas –el Caso Lava Jato y El Niño costero– y la inercia recesiva humalista las que explicarían en buena medida el impasse.

Por eso no le interesa trabajar con operadores políticos, aquellas personas en posibilidad de cruzar el Estado de arriba abajo, de un lado al otro, y además de trasladarse a otras instancias (Legislativo, gobiernos locales, gremios, poderes fácticos, etc.) para lograr que un objetivo político o de gobierno se logre plasmar.

Fujimori tuvo a su hermano Santiago, a Jaime Yoshiyama y a Absalón Vásquez; Toledo, a Luis Solari, Carlos Ferrero y al propio Fernando Olivera; García, a Javier Velásquez Quesquén y Jorge del Castillo; Humala, a Salomón Lerner, Pedro Cateriano y, sobre todo, a su esposa Nadine Heredia. PPK no tiene a nadie.

PPK comparte con muchos gerentes y tecnócratas una visión muy particular de la política. Parece creer que el presidente de la República es equivalente al CEO del país; su Gabinete, al directorio; el Congreso, a la asamblea de accionistas; y el pueblo, algo así como a los clientes o consumidores de la ‘empresa’ Estado. Así de empobrecedor es el modo como entiende este gobierno el quehacer político.

Lo grave de la crisis se acentúa cuando se constata que PPK no ha tenido un primer año con mayores conflictos sociales, la calle ha estado despejada; y la oposición atraviesa serias crisis partidarias; a pesar de eso, se ha desplomado en sus niveles de aprobación, tornándose hoy casi imposible que asuma los costos de alguna reforma estructural.

El pronóstico es incierto para el segundo año. El paréntesis de paz, fruto del diálogo iniciado entre el presidente y la lideresa de la oposición, terminará por diluirse, y lo menos que PPK debía hacer era preparar sus trincheras para un combate que no va a cesar. La oposición fujimorista va a seguir y él no se alista para ello.

El cambio de Gabinete era, en esa perspectiva, no solo una oportunidad de darle rostro a la nueva atmósfera política poscumbre PPK-Keiko, sino de mostrar cuán real era el propósito de enmienda.
Pero no, PPK insiste en el mismo Gabinete, con un primer ministro sin el vuelo político para afrontar la crisis, con ministros mayoritariamente técnicos y con nombramientos que cargan una gran mochila, como es el caso de la flamante ministra de Desarrollo e Inclusión Social (en una cartera en la que además recibió una buena herencia del gobierno anterior).

No fue malo el discurso de Fiestas Patrias, pero visto lo anterior no era lo que se necesitaba. Más allá del contenido específico, correspondía que en él PPK confirmase que el segundo año iba a ser distinto del primero y no su mera continuidad.

La del estribo: lea a Alberto Castro en www.encinta.utero.pe y a Ricardo Bedoya en www.paginasdeldiariodesatan.com, arme un combo con sus recomendaciones y vaya a la mayor cantidad de películas que pueda del Festival de Cine de Lima, que se inaugura este viernes 4 y va hasta el sábado 12.