“Kuczynski va a enfrentar este nuevo pedido de vacancia entre estos dos fuegos. ¿Quién lo puso ahí? ¡Él mismo!” (Foto: Presidencia)
“Kuczynski va a enfrentar este nuevo pedido de vacancia entre estos dos fuegos. ¿Quién lo puso ahí? ¡Él mismo!” (Foto: Presidencia)
Federico Salazar

La vacancia del presidente Kuczynski no está decidida y no lo estará sino hasta el último momento. Se van a exponer y discutir argumentos, pero no es ese el terreno de la batalla.

La verdadera batalla se dará en los pasillos, en los teléfonos y en los WhatsApp. Se trata de negociaciones, ofrecimientos y pulseos.

La historia de este nuevo proceso de vacancia comienza con el indulto a Alberto Fujimori. Sigue con las revelaciones de las negociaciones de las empresas de Kuczynski con los ejecutivos delincuentes de Odebrecht.

La incapacidad moral permanente es una figura de nuestra Constitución histórica. Es decir, se ha mantenido a lo largo de muchos de los textos constitucionales que hemos tenido.

Esta figura tiene un amplio espectro. Nunca fue utilizada para vacar a un presidente que careciera de facultades mentales.

Por incapacidad moral se vacaron presidentes en 1823 y 1914. En ambos casos debido a desavenencias extremas entre los poderes del Estado.

En el año 2000, esta causal se usó para vacar a Alberto Fujimori como castigo moral y político, debido a la corrupción y el caos institucional creado.

Con el presidente Kuczynski se ha producido una situación que tiene ambos elementos. El Ejecutivo no logró un entendimiento con el Congreso. Por otro lado, hay acusaciones personales graves en un marco de revelaciones de corrupción general.

El oficialismo tiene razón en pedir que a Kuczynski se lo someta a un proceso jurisdiccional. Ante las acusaciones sobre temas de fino detalle, es justo reclamar pruebas y ejercer defensa igualmente puntual.

El oficialismo no tiene razón, en cambio, en creer que la Constitución no faculta a la mayoría a ejercer un control político del presidente. Aunque extrema, esta es una pieza más del balance de poderes.

Cuando los votantes eligieron un Congreso con una mayoría distinta a la del Ejecutivo, dieron un mandato inequívoco. Los poderes del Estado tendrían que entenderse, transar y más o menos cogobernar.

Para ganar al fujimorismo, Kuczynski recurrió al antifujimorismo. Optó por ese recurso no solo durante las elecciones, sino incluso durante el gobierno.

Para salir del problema de la primera votación sobre la vacancia, Kuczynski insistió en su opción. Erosionó la bancada mayoritaria capando a los disidentes.

El mandatario creyó que aplacaba al fujimorismo con el indulto a Alberto Fujimori, el último presidente vacado por incapacidad moral. El indulto, sin embargo, era el programa solo del menor de los Fujimori.

El jefe del Estado no logró la aquiescencia del bloque mayoritario. Además, provocó la animadversión del antifujimorismo.

Kuczynski va a enfrentar este nuevo pedido de vacancia entre estos dos fuegos. ¿Quién lo puso ahí? ¡Él mismo!

¿Debe ser vacado por esta impericia política? ¿Debe ser vacado por ser un presidente sin mucho manejo de gobierno? ¿Debe ser vacado por, como dicen algunos, haber paralizado al país?

Estas no son razones para declarar incapacidad moral permanente. Ninguna revelación sobre sus operaciones con Odebrecht podría, en realidad, agregar motivos para tal declaratoria.

Lo único que debería juzgarse es si el presidente Kuczynski es capaz moralmente de distinguir entre el bien y el mal. Tendría que establecerse que no es capaz de eso y que, además, esa incapacidad la ha sostenido y la sostendrá en el tiempo.

La defensa de Pedro Pablo Kuczynski en el primer caso de vacancia se basó en una especie de extorsión moral. En los 90 no hubo independencia de poderes, dijo el abogado del presidente, y eso no debe darse ahora.

La defensa trató de mostrar la imagen de un Congreso omnipotente, que gobernaría en lugar del presidente. Ahora el fujimorismo ya no es tan fuerte, pero, a cambio, se le ha sumado el antifujimorismo traicionado.

El discurso de la defensa no determinará la votación. Ofrecerá, eso sí, una buena o una mala coartada para los que se quieran pasar de bando. Una coartada moral siempre es útil para seguir transando.

Lo importante no es la vacancia, sino la recomposición del balance de poderes. Con o sin Kuczynski, no habrá gobernabilidad si no hay algún tipo de entendimiento.

De eso se trata este juego.