Martín Vizcarra acompañó ayer a PPK en la inauguración de obras de pistas y veredas en Ancón. Hoy ya se encuentra en Canadá, donde es embajador.
Martín Vizcarra acompañó ayer a PPK en la inauguración de obras de pistas y veredas en Ancón. Hoy ya se encuentra en Canadá, donde es embajador.
Fernando Rospigliosi

Nadie lo sabe, quizá ni él mismo, pero es una posibilidad real que se convierta en presidente.

Esta semana (PPK) se exhibió con y en una presentación pública. El rostro adusto de Vizcarra –ni una sonrisa, a diferencia de sus festivos acompañantes– parecía mostrar que no se sentía cómodo en esa situación, una clara movida política de PPK para aparentar que los tres están sólidamente unidos.

Al parecer, la señal que trataba de enviar el presidente es similar a la que mandó en vísperas de la votación de la vacancia en el Congreso, cuando apareció flanqueado por los dos vicepresidentes e insinuó que si lo destituían sus herederos legales se irían con él. Era una jugada para amenazar con el caos y, más específicamente, con la llegada de Luis Galarreta, el siguiente en la sucesión legal, a la Presidencia de la República. Mensaje destinado sobre todo a los izquierdistas que prefieren a cualquiera antes que al fujimorismo. Por supuesto, era un bluf, pues ninguno de los vicepresidentes dijo nunca eso, aunque tampoco podían desmentir a PPK.

Vizcarra no ha dicho una palabra ahora.

Algunos dicen que si llegara a ocupar la presidencia, ya sea por la vacancia o la renuncia de PPK, la oposición le haría la vida imposible y trataría de destituirlo de inmediato. Como evidencia ponen las críticas que recibió cuando se desempeñó como ministro de Transportes por el Caso Chinchero, cuando le pidieron que renunciara también a la vicepresidencia.

En efecto, eso ocurrió, pero en una situación política distinta, en la que se sospechaba que el fujimorismo quería derribar al Gobierno, incluyendo a los vicepresidentes, y adelantar las elecciones. Hoy día las cosas han variado significativamente.

Después del fracaso del intento de vacancia de diciembre, el indulto a Alberto Fujimori y la ruptura del fujimorismo, es prácticamente imposible que pretendan lo mismo, por lo menos por un tiempo.

Primero, porque el keikismo tendría que comprometerse explícitamente a respetar la sucesión constitucional a fin de poder conseguir los votos suficientes para la vacancia. Ahora ninguno de sus eventuales aliados estaría dispuesto a secundar la destitución de los vicepresidentes también.

Segundo, porque al keikismo ahora no le entusiasman elecciones adelantadas. Su situación ha quedado seriamente comprometida con la ruptura y necesitan tiempo para tratar de restañar las heridas. Van a tener que hilar fino en las siguientes elecciones regionales y municipales en las que Kenji tratará de arrebatarles un pedazo del partido y de los electores.

Tercero, pero no menos importante, la ciudadanía está hastiada de enfrentamientos que están frenando el crecimiento de la economía y obstaculizando el desempeño del Gobierno. No toleraría que después de desplazar a PPK trataran de hacer lo mismo con Vizcarra.

En suma, no es válido el argumento que esgrimen algunos para sostener a PPK, que si este es vacado la oposición arrasaría al mismo tiempo con los vicepresidentes. Eso no ocurriría, a menos que Vizcarra en la presidencia hiciera un pésimo gobierno, con lo cual su situación podría ser tan precaria como la de PPK.

Es probable que, en el caso de producirse el apartamiento de PPK de la presidencia, Vizcarra tenga un período de gracia de entre seis y doce meses para demostrar que puede hacerlo mejor.

En verdad, no sería tan difícil, la valla no estaría muy alta.

Tendría que conformar un Gabinete plural y abierto, no de confrontación con la oposición pero tampoco ingenuo y sumiso. Requeriría de por lo menos algunos políticos suficientemente hábiles y flexibles para tejer algunas alianzas y apoyos, ya que ni siquiera contaría necesariamente con la pequeña y poco eficaz bancada de PPK.

Y, sobre todo, tendría que mejorar la gestión en sectores claves que puedan dar a la ciudadanía la esperanza de que las cosas van a mejorar. Necesitaría dar la imagen de un nuevo gobierno, aunque no lo sea, porque eso alargaría el período de gracia que puede tener a ojos de la opinión pública, factor fundamental dada la debilidad intrínseca de un presidente que no fue elegido para ese cargo, sin partido ni bancada.

¿Logrará hacer eso Vizcarra en caso de acceder a la presidencia? Es imposible asegurarlo. Saltó abruptamente de una pequeña región a las ligas mayores y por ahora es una incógnita.