Pedro Pablo Kuczynski (PPK) aseguró que se defenderá ante cualquier pedido de vacancia que pueda ser presentado en su contra desde el Congreso. (Foto: Presidencia)
Pedro Pablo Kuczynski (PPK) aseguró que se defenderá ante cualquier pedido de vacancia que pueda ser presentado en su contra desde el Congreso. (Foto: Presidencia)
Fernando Rospigliosi

El lunes pasado, en una presentación pública, el presidente Pedro Pablo Kuczynski () sostuvo que iba a luchar panza arriba contra los comunistas que quieren . A mediados de marzo del 2016, en plena campaña electoral, también usó esa expresión contra su rival de ese momento (y de ahora también) cuando le dijo a Fernando Vivas de El Comercio: “”.

En verdad, más bien parece un gato saltando sobre el tejado de zinc caliente, para parafrasear el título de la famosa obra de Tennessee Williams.

El descontento con su gestión gubernamental no tiene visos de menguar y se explica no solo por los problemas políticos, sino, sobre todo, por los pobres resultados de su administración. En particular, por la marcha de la economía, que se suponía era su punto fuerte y que despertó más expectativas.

El exiguo crecimiento del año pasado –2,5% del PBI, menor que el del 2016– no es lo más importante, sino el estancamiento del empleo formal y de los ingresos de los trabajadores. Ese es el telón de fondo del descontento popular, a lo que hay que sumar la inseguridad, la lentitud en la reconstrucción y la pérdida de credibilidad y liderazgo del presidente.

Es significativo también que las élites ya no confíen en él. A eso aludió, en parte, cuando criticó a los editorialistas. En realidad, se refería a los que escriben y los que aparecen en los medios de comunicación. Muchos de los que antes lo respaldaban ahora ya no lo hacen y, como precisó con amargura PPK, piden su renuncia.
En los últimos tiempos circularon muchas veces rumores sobre su inminente dimisión, pero eso es difícil de creer en alguien como PPK que valora más que cualquier otra cosa su prestigio internacional –en el Perú su reputación se ha pulverizado– que él entiende quedaría mellado por una renuncia o vacancia. Además, al día siguiente que deje el cargo pierde su inmunidad.

Su agresivo discurso del lunes también se explica porque ahora se siente más fuerte que hace algunas semanas. La hemorragia de congresistas del keikismo continúa y, al parecer, podría seguir en los próximos días y semanas. Los kenjistas se han convertido, en la práctica, en parte de la bancada oficialista y, si bien no poseen mucha capacidad política, lo que cuenta finalmente son sus votos.

Otro aliado importante que ha ganado PPK es el congresista aprista Jorge del Castillo, que estaría operando también como parte del oficialismo, con la mira puesta en el cargo que hoy ocupa Mercedes Aráoz.

El Gobierno está empleando activamente los resortes del poder para ganar aliados en el Parlamento. Como dice apropiadamente un medio de comunicación, está usando “lo que ahora llaman mermelada, pero que en el fondo es la misma práctica [de antes]: el Gobierno sumando votos en el Congreso gracias al poder de sus nombramientos, sus contratos o sus presupuestos”.

No lo dice un periódico peruano sino “El Espectador” de Colombia (“La eterna ‘mermelada’ de la política colombiana (II)”, 20/2/2018) refiriéndose a una práctica usual en ese país y, en verdad, en todas partes.

Una complicación que ha surgido ahora es la resolución de un tribunal que ha comprendido a en el caso de los asesinatos de Pativilca en 1992, considerando inaplicable el derecho de gracia que le concedió PPK. Eso no es solo una derrota jurídica, sino que dificulta las actividades políticas del líder histórico del fujimorismo, limitando su capacidad de intervenir en el respaldo a su hijo Kenji y al Gobierno.

Y, al mismo tiempo, renueva los ánimos del antifujimorismo que no pierde la esperanza de lograr que vuelva a prisión.

Hay muchas expectativas fijadas en lo que pueda declarar Jorge Barata, ex jefe de Odebrecht en el Perú, la próxima semana. Algunos afirman incluso que lo que diga podría lapidar a PPK, como si el juicio político que podría intentar nuevamente el Congreso dependiera solamente de las pruebas en su contra.

No es así, el juicio político depende de los votos de los parlamentarios, no de la culpabilidad o inocencia del acusado. Y los votos se supeditan en gran medida –no me canso de repetirlo, en base a la experiencia observada en América Latina en las últimas décadas– a la fuerza y extensión de las protestas populares en contra del Gobierno. Vacar a un presidente ‘en frío’ es muy difícil, aunque sea culpable.