Ilustración: Rolando Pinillos
Ilustración: Rolando Pinillos
Roberto Abusada Salah

Aunque la palabra ‘estrés’ nos viene del inglés ‘stress’, esta se origina en el verbo latino ‘stringere’ (apretar, restringir, atar fuertemente). Sin duda alguna, es el estrés político lo que hoy restringe la economía y le impide desplegar su potencial de crecimiento.  

En 1977 el ahora presidente Pedro Pablo Kuczynski escribió el libro “Peruvian Democracy under Economic Stress” (“Democracia peruana bajo presión económica”) que inspira el título de este artículo. Allí cubre experiencias durante el primer gobierno de Fernando Belaunde (1963-1968). Belaunde tuvo que enfrentar no solo un Congreso hostil, sino además la enorme dificultad de tener que lidiar con un entorno económico desastroso: una economía insolvente, sin dinero para honrar sus obligaciones, un sistema financiero en pánico, pérdida de importante ayuda por parte de Estados Unidos a causa de la controversia con la International Petroleum Company, y un país a merced de las recetas de ajuste exigidas por el Fondo Monetario Internacional. 

Hoy en cambio el Perú enfrenta una situación internacional muy favorable a la que se suma la fortaleza envidiable de sus fundamentos económicos. Pero el contexto político que surgió en las últimas elecciones generales ha derivado en un conflicto permanente que impide que el Perú crezca espectacularmente. El conflicto es agravado por un presidente que no entendió que su primera y difícil tarea era la de labrar algún acuerdo de gobernabilidad con una oposición abrumadora, herida después de perder la presidencia por unos cuantos votos. 

Luego del pésimo desempeño en la primera mitad del año pasado, la economía empezó a recuperarse en el segundo semestre. Mes a mes mostró cifras en aumento gracias a la fuerte y sincronizada recuperación en las economías avanzadas y las de los países emergentes. Ello impulsó una mejora en el ánimo de empresarios y consumidores. Pero el lastre político reapareció en noviembre y diciembre para deprimir nuevamente el entusiasmo y el crecimiento. El último trimestre del año pasado mostrará un resultado magro, y de esta manera el crecimiento del 2017 (que se anunciará a mediados de este mes) será seguramente de apenas 2,4%. Con ello serán cuatro años en que, debido a ese bajo crecimiento, la pobreza y el subempleo se habrán asentado en un intolerable nivel. 

En este año todas las esperanzas de un mejor crecimiento económico se cifran en que la inversión pública y privada no sufran el embate de un incendio político. El propio Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) ha advertido ante distintas audiencias que demoras en los trabajos de reconstrucción y en las obras para los Juegos Panamericanos restarían más de un punto a su estimado de crecimiento de 4%. Consciente de ello, el MEF ha liberado cerca de 7.000 millones de soles para esos fines. Pero ese esfuerzo no es suficiente. Las obras se tienen que llevar a cabo y eso depende de numerosas entidades públicas y la posibilidad de que las decenas de grandes constructoras cuestionadas puedan trabajar con normalidad. 

Algo aun más difícil de predecir es el comportamiento de la inversión privada. En el primer semestre del año pasado cayó fuertemente, para luego recuperarse vigorosamente, con lo cual esta cifra de crecimiento quedó en casi cero, y por lo tanto la contribución de la inversión al crecimiento del 2017 fue nula.  

La inversión privada es altamente sensible a lo que sucede en el ámbito político. Hace más de un mes y medio el Banco Central de Reserva (BCR) predijo que la inversión privada daría un salto en el 2018 y que crecería 6,5%. No tenemos aún un nuevo estimado del BCR, pero la mayoría de analistas económicos ahora prevé que en ausencia de un milagro político, el crecimiento de la inversión privada será de solo 3%. Esto resultará en una contribución mucho menor de esa inversión al crecimiento de la economía este año.  

Esa es la razón principal que explica por qué los dos principales bancos del país han rebajado recién iniciado el año sus estimados de crecimiento económico de 4% a 3,5%. Existen fundadas dudas respecto de la posibilidad de que la situación política permita que las expectativas empresariales se eleven lo suficiente como para posibilitar un gran aumento en la inversión privada. Persiste igualmente la incertidumbre de que la inversión pública (incluida la reconstrucción) pueda acelerarse como originalmente planeó el Gobierno. 

El Perú tiene todas las condiciones necesarias para crecer 6%, pero ello no es suficiente; la esfera política tiene que proveerle al país aquel ingrediente de funcionalidad que falta desesperadamente. La realidad que hoy enfrenta la economía es cruelmente simple: o la clase política le permite al Perú crecer o tendremos otro año de crecimiento magro con consecuencias sociales y políticas impredecibles.