Croacia | Kolinda Grabar-Kitarović, la presidenta de Croacia que alienta a su selección | FOTOS (Foto: AFP)
Croacia | Kolinda Grabar-Kitarović, la presidenta de Croacia que alienta a su selección | FOTOS (Foto: AFP)
Elda Cantú

Kolinda Grabar-Kitarović tiene 50 años y 26 haciendo carrera en el servicio público de Croacia. Ha pasado 15 ocupando cargos políticos y tres en el asiento más alto que hay en su país. ¿Estudios superiores en Washington? ¿Beca Fulbright? ¿Cargo de alto perfil en la OTAN? ¿Primera mujer de tu país? Para qué. Resulta que lo único que faltaba para ser ‘trending topic’ era hacerse un ‘selfie’ durante un partido de fútbol. Para el buscador de Google la presidenta de esa república de los Balcanes no era prácticamente nadie hasta hace tres semanas. Ese día, nos muestra el gráfico de tendencias del buscador, las búsquedas se dispararon: el mundo necesitaba saber quién era Kolinda Grabar-Kitarović.

Según los resultados más populares de Internet: la fan número uno de la selección de fútbol de su país, una presidenta ejemplar, una líder que sabía cómo inspirar en medio de la adversidad y la derrota. En el desfile de aeroplanos oficiales y privados, era una presidenta que viaja en clase turista. En el universo donde burócratas corruptos se escapaban con dinero de los contribuyentes a ver el fútbol, Grabar-Kitarović era una funcionaria que pide licencia sin goce de sueldo para cumplir con un mandato patriótico. En el aburrido ejército de líderes mundiales de saco, corbata y calvicie incipiente, la presidenta croata era un blazer colorado que vibraba bajo una melena rubia. Durante el aguacero, mientras Putin repartía gélidos apretones de mano desde el confort de un paraguas sostenido por un lacayo, Kolinda Grabar-Kitarović se empapaba para –sin escatimar abrazos– felicitar al equipo francés y consolar al croata. Claramente, Kolinda –una política poderosa casi siempre es solo su nombre de pila, no precisa un apellido– era una anomalía. Una mujer.

Una mujer en el poder en el siglo XXI sigue siendo un lunar en medio del vacío. Tal vez por eso obnubila nuestro buen juicio. Hoy solo 27 mujeres son jefas de Estado o de Gobierno en un universo de casi 200 países. De ellas, la canciller alemana, Angela Merkel, lleva casi 13 años en el poder y Mia Mottley, primera ministra de Barbados, apenas 57 días. Su presencia es tan rara que todavía caemos en la tentación de atribuir a su género algunos rasgos de comportamiento o carácter extraordinarios. Tan extraordinario como encontrar una mujer al frente de un país, o a un político intachable. Resulta que Grabar-Kitarović no es tan maravillosa (ni tan voluptuosa) como sugieren todos esos posts que posiblemente usted haya leído o compartido en Internet. Aunque sea mujer (pero no la rubia en bikini que también ha dado la vuelta al mundo). Pero culpar a las ‘fake news’ de la alegría con la que cundió ese meme sería como lanzarnos a un agujero negro, un viaje sin retorno hacia a la nada.

Andrés Cañizález, investigador de la Universidad Católica Andrés Bello, se dio el trabajo de matizar ese inspirador afiche de la presidenta fuera de serie. En un reciente artículo en el portal Prodavinci, Cañizález examina el verdadero récord democrático de la jefa de Estado croata. Tras consultar bases de datos e informes de organizaciones como Amnistía Internacional, Reporteros Sin Fronteras y Transparencia Internacional, el investigador pintó a una política de carrera, una ex diplomática de derechas que, entre otras cosas, lidera un país donde hoy los periodistas son acosados, las minorías étnicas y sexuales discriminadas, a los inmigrantes se les cierran las puertas y los nombramientos de jueces ocurren de manera cuestionable. Aunque hay indicadores que muestran cierta mejora en la transparencia y las libertades económicas, el récord de la presidenta Grabar-Kitarović no está exento de controversia. Y en eso es igual a cualquier presidente, independientemente de su género.

Sucede todavía con demasiada frecuencia que, cuando elogiamos una decisión o gesto de una mujer en el poder, queremos convertir ese acto aislado en un rasgo de carácter y, más aun, en la virtud de todas sus congéneres. Si el quehacer político es sucio, corrupto, injusto y, además, mayoritariamente masculino, entonces las mujeres en la política deben ser honestas, transparentes y más justas. Como queremos –algunos, al menos– que las mujeres ocupen más espacios, estamos dispuestos a creer que Kolinda Grabar-Kitarović, la presidenta de quien hasta hace un mes no sabíamos nada, ha llegado a codearse con Putin y con Macron gracias a sus innumerables virtudes y su intachable performance política, cuando en realidad la mayoría de nosotros desconoce por completo su trayectoria y, tan solo, nos hemos dejado seducir por el ojo entrenado de un camarógrafo en busca de tomas de apoyo durante un partido de fútbol. La verdadera igualdad llegará el día en que la veamos con el mismo ojo crítico y escéptico que a sus pares.