"Primacía de la tristeza", por Marco Aurelio Denegri
"Primacía de la tristeza", por Marco Aurelio Denegri
Redacción EC

En nuestro idioma, hay trescientos y pico de vocablos concernientes a la necedad, pero los que conciernen a la sabiduría ni siquiera llegan a diez. Los que se refieren a la tristeza son veintisiete, pero apenas hay diez referentes a la alegría. Detengámonos en este último asunto y desarrollémoslo hasta donde el espacio nos lo permita.

La alegría es un sentimiento de placer originado generalmente por una viva satisfacción y que suele manifestarse con signos exteriores. La alegría es un sentimiento grato y vivo, un sentimiento de complacencia. La alegría equivale a contento, gozo, satisfacción, agrado, buen humor, regocijo, esparcimiento y jovialidad. Cuando la alegría es intensa y ostensible se llama júbilo.

Nietzsche decía, y con razón, que es más fácil compartir las penas que las alegrías de los demás. Creo que esto se debe a que el mundo es, según reza la expresión proverbial, un valle de lágrimas. No podría ser un valle de alegría por las muchas penalidades que se pasan en él.

Bien dice Savater que la insatisfacción es la reacción humana más general y espontánea respecto a lo que en cada momento histórico constituye el presente de los hombres. Y agrega el filósofo español que cualquier intento de elogiar el mundo suele resultar patéticamente frágil y sobre todo frívolo.

La realidad carece de virtudes, es desalmada, o como dice Savater, “no tiene corazón”. Es cruel y despiadada, dolorosa cuando quita y tacaña cuando concede. Sentirse contento con una realidad así es llana imposibilidad.

Pablo Macera ha dicho que en el Perú lo normal es sentirse mal y que la salud es una forma de adaptación incorrecta. “Quien se siente feliz en el Perú –afirma Macera– es un miserable; definitivamente; ni siquiera un tonto.”

A juicio de Fernando Savater, no hay nada en la vida que sea causa de alegría para nadie; pero así mismo nada es obstáculo definitivo para la alegría.

Hay algunas personas, no muchas, que han resuelto decir ¡sí! a la vida y proclamar a los cuatro vientos su alegría de vivir. La suya no es una alegría accesoria y ocasional, sino entrañable, consubstancial y permanente. Lo cual resulta notorio y notable en un país como éste, tan deprimido y melancólico. Federico More decía que aquí en el Perú, para llevar talento se necesita permiso, como para portar armas. Y dígase lo propio de la alegría. Aquí el talento y la alegría, y con cuanto mayor razón la felicidad y naturalmente el placer, causan recelo y rechazo. Quienes lo nieguen, revelan con su negativa que confunden lastimosamente lo espurio con lo auténtico.