Primarias y caudillismo, por Francisco Miró Quesada Rada
Primarias y caudillismo, por Francisco Miró Quesada Rada

Los partidos políticos son un recurso, vale decir, un medio creado para llegar al poder y una consecuencia de la sociedad de masas que se inició con la industrialización a fines del siglo XIX.

La sociedad de masas originó la democracia representativa moderna y, por ende, la existencia de unas entidades que canalicen esa representación, como los partidos políticos.

Ellos son el producto histórico de cada sociedad. En consecuencia, su funcionamiento es diferente y desigual. Si, por ejemplo, comparamos la fundación y posterior desarrollo de los partidos en Estados Unidos, Reino Unido y el Perú, esa diferencia es notable. 

En los países anglosajones hay una dinámica democrática interna. En Estados Unidos, las primarias son abiertas para que participen en la elección de los candidatos no solo los militantes, sino cualquier ciudadano de a pie que simpatice con la organización política. Además, tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos no hubo ruptura de la democracia por golpes militares. En la política anglosajona no hay caudillos, hay líderes libremente elegidos por la población.

La situación en el Perú fue al revés. Si bien es cierto que durante la segunda mitad del siglo XIX se fundaron partidos como el Civil de , el caudillismo militar se ‘infiltró’ en la política de los civiles. Así, el fundador del partido terminó siendo el líder permanente, decidía quiénes lo acompañaban al y, como creador de su ideología, aprobaba el programa o no.

A ello hay que añadirle los golpes de Estado en nuestra historia que imposibilitaron cualquier intento de tener un sistema de partidos que funcione, aunque fueran caudillistas.

A fines del XIX, el Perú se industrializó. Un ejemplo es que empezaron a aparecer empresas que ahora son más que centenarias y la construcción de la actual precaria red ferroviaria que comenzó a construir . Sin embargo, lo que impidió que nuestra sociedad y nuestra política se modernizara fue una estructura del poder oligárquica muy concentrada en la propiedad de la tierra.

Esto es historia conocida y viene al caso porque El Comercio publicó una encuesta sobre qué hubiera pasado si hubiese elecciones internas en todos los partidos.

Tomemos algunos casos. En el Apra ganaría Alan García al otro hipotético candidato Enrique Cornejo. Ni hablar de Fuerza Popular, el poder de los Fujimori es de tal magnitud que si la competencia fuese entre los dos hijos del dictador metidos en política, gana Keiko. En Alianza para el Progreso, César Acuña, líder del partido, ganaría una primaria a Luis Iberico, actual presidente del Congreso, y así sucesivamente. Pedro Pablo Kuczynski ganaría en el suyo, lo mismo sucedería con Alejandro Toledo.

En todos estos casos, los candidatos de esos partidos ganarían, ¿por qué? Porque tienen un liderazgo fuerte muy consolidado en su agrupación política y también una fuerte proyección hacia la sociedad. Ello se explica porque en todos esos casos el líder, el caudillo, está por encima de la institución: el partido.

Esto no sucede en partidos de liderazgo débil o que perdieron liderazgo fuerte, como todos los de la izquierda, que desde Alfonso Barrantes y el intento de Susana Villarán no levantan. En Acción Popular y el Partido Popular Cristiano tampoco, porque desapareció el caudillo, no pudiendo reemplazarlo como en el Apra. Las condiciones para que haya elecciones internas bien supervisadas por el Jurado Nacional de Elecciones están dadas porque tanto la izquierda como los otros partidos se han visto obligados, ahora sí, a elegir a un candidato desde la base. No tienen otra alternativa.

Si bien las elecciones internas son necesarias, así como las primarias abiertas en el Perú, no podemos soslayar la realidad del caudillismo. A esos partidos caudillistas les caería bien, al menos, realizar elecciones internas para elegir a sus candidatos al Congreso. Ello mejoraría su imagen ante la opinión pública.