"El problema es que al presidente Castillo le está costando demasiado tiempo definir qué presidente quisiera ser". (Foto: GEC)
"El problema es que al presidente Castillo le está costando demasiado tiempo definir qué presidente quisiera ser". (Foto: GEC)
Martín  Tanaka

En los próximos días cumpliremos los primeros 100 días del del presidente . En principio, los gobiernos nuevos lanzan al inicio de su gestión las iniciativas centrales que supuestamente marcarán todo el quinquenio, y a los 100 días se está en condiciones de hacer una primera evaluación de estas.

Sin embargo, el gobierno de Castillo desperdició los primeros meses de su gestión, en los que discutimos nombramientos desacertados, eventuales iniciativas sin viabilidad que, por supuesto, no llegaron a concretarse, así como las contradicciones, marchas y contramarchas del presidente y de sus primeros dos Consejos de Ministros.

Recordemos que el 28 de julio el presidente Castillo anunció, entre otras cosas, la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología o que no gobernaría desde Palacio de Gobierno y que este se convertiría en un museo. Anunció la presentación ante el Congreso de una propuesta para modificar el artículo 206 de la Constitución para incorporar la convocatoria a una asamblea constituyente, en tanto la Constitución de 1993 “no contempla la figura de una asamblea constituyente, ni la elaboración de una nueva Constitución”. Más adelante, el entonces presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, anunció la presentación de un proyecto de ley para fortalecer y modernizar el Banco de la Nación o la creación de una Comisión Nacional del Sistema Nacional de Pensiones. La lista de anuncios que luego no tuvieron concreción es muy larga. El presidente Castillo no tiene logros que exhibir, tampoco iniciativas ambiciosas realmente en marcha. Lo concreto es que se ha continuado el trabajo del gobierno anterior y se ha seguido avanzando en el proceso de vacunación, y que se está entregando lentamente el bono Yanapay (a mediados de octubre lo había cobrado apenas el 16,4% del total de beneficiarios); se han anunciado iniciativas diversas bajo el rótulo de “segunda reforma agraria” y también una serie de iniciativas que recién se concretarían a través del pedido al Congreso de facultades para legislar en materias tributaria, fiscal, financiera y de reactivación económica.

El problema es que al presidente Castillo le está costando demasiado tiempo definir qué presidente quisiera ser. De un lado, tiende espontáneamente a expresar las ideas de corte más antisistema en las que se formó y desarrolló su carrera como dirigente sindical, tiende a ser fiel a sus vínculos con el magisterio más radical y con el partido que lo llevó al poder; pero al mismo tiempo, quizá a su pesar, tiene también la lucidez para darse cuenta de que su gobierno es inviable sin la colaboración de una izquierda con mayor capacidad técnica y sin una conducción que requiere la generación de legitimidad y consensos amplios, dada la precariedad de su respaldo político y la configuración del Parlamento. Esto empieza a ser reflejado por las encuestas de opinión, que registran una caída en su aprobación del 53% en julio al 35% en octubre, con una desaprobación que llega hasta el 48% de los entrevistados, según la última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos. La aprobación a Castillo solo supera a la desaprobación en el oriente y entre quienes se definen de izquierda. En los niveles D y E, en el mundo rural, en la sierra y en el sur la aprobación y desaprobación se encuentran ahora relativamente igualadas, cuando hace un par de meses algunos los consideraban “bastiones” de apoyo al presidente. El 62% percibe que el presidente no tiene un plan claro para el desarrollo del país y, en general, se critica “su falta de liderazgo o capacidad para gobernar”, así como “la falta de gente capacitada en el Gobierno”.

Con todo, por fin, con iniciativas como la “segunda reforma agraria” o la reforma tributaria estamos empezando a discutir propuestas concretas. Este es el camino a seguir, pero para ello el presidente debe asumir que, para poder sacarlas adelante, necesita personal calificado en términos políticos, técnicos, y éticos.