Un prudente optimismo, por Gianfranco Castagnola
Un prudente optimismo, por Gianfranco Castagnola
Gianfranco Castagnola

El nuevo presidente de la República enfrentará una situación inédita desde el retorno a la democracia en 1980: un partido de oposición controlará el Congreso. Y esto ocurrirá en el contexto de una economía cuya demanda interna crece a menos de 2%; donde la inversión privada se contrae y no se genera empleo formal; con un déficit fiscal de 3% que casi no deja margen de maniobra para políticas fiscales reactivadoras; y donde la implementación de políticas públicas se estrella contra un Estado disfuncional. Pese a todo, hay razones para tener un prudente optimismo.

Los gobiernos exitosos parten de una visión de país y de la identificación de políticas apropiadas para alcanzar dicha visión. Y se muestran con la capacidad de conformar un equipo que reúna las capacidades para diseñar y, sobre todo, ejecutar esas políticas. Pedro Pablo Kuczynski (PPK) brilla precisamente en estos ámbitos. Su experiencia como funcionario en nuestro país (BCR, ministro de Energía y Minas, de Economía y Finanzas, y presidente del Consejo de Ministros) y funcionario internacional en el Banco Mundial, así como su recorrido en el sector privado, le han dado la sapiencia suficiente como para identificar, convocar y liderar un equipo de primer nivel para el Poder Ejecutivo, que combine preparación tecnocrática, capacidad de gestión y habilidad política.

Desde el gobierno, mucho se puede hacer sin depender del Congreso. Por ejemplo, hay US$10 mil millones en proyectos de infraestructura atracados o retrasados por la indolencia de funcionarios temerosos. Es que para hacer funcionar las cosas en nuestro Estado –desde programas de vacunación hasta grandes obras de infraestructura– se necesitan gestores, pero también un liderazgo que les indique el camino y los respalde en los riesgos que asuman. Y se requiere de convicción –estar convencidos de la importancia de la iniciativa privada y no solo aceptarla como un hecho de la vida– y también de una dosis de pasión por sacar las cosas adelante.

En segundo lugar, será imprescindible algún tipo de entendimiento entre las distintas fuerzas políticas en temas donde sea posible encontrar coincidencias: economía, seguridad, lucha anticorrupción, reforma de la institucionalidad política y, ojalá, derechos civiles. No debiera ser imposible llegar a consensos mínimos en estos temas.

Pero, además, será necesario procurar una relación fluida y constructiva entre el Poder Ejecutivo y el Congreso, para evitar tensiones que puedan devenir en posiciones destructivas de alguno de los lados. Fuerza Popular tendrá que decidir qué tipo de oposición quiere hacer. En los dos períodos anteriores, el fujimorismo optó por un comportamiento democrático, maduro y, en general, constructivo, hecho que ha sido más reconocido por ministros de esos gobiernos y por congresistas de otras bancadas que por analistas políticos. Ahora su responsabilidad será mayor. Pero, como bien señaló Luis Carranza en estas páginas, los miembros de PPK debieran evaluar seriamente dar los primeros pasos en búsqueda de ese entendimiento.

En tercer lugar, y en línea con lo comentado por Alberto Vergara en una columna publicada el domingo pasado, PPK se vería fortalecido si desarrolla una relación cercana con la población para ganar mayor legitimidad social. Más allá de los gestos efectivos en esa dirección, como las visitas frecuentes al interior del país, será necesario mostrar que el Estado se preocupa por el ciudadano. Por ejemplo, hay más de mil obras públicas de gobiernos regionales o locales paralizadas por actos de corrupción o problemas contractuales. Son puentes a medio hacer, colegios y hospitales no terminados, obras de saneamiento abandonadas. Pero son proyectos que ya pasaron por el SNIP. El equipo de Peruanos por el Kambio debiera ser capaz de encontrar alguna medida creativa para que el Gobierno Central tome el control de esas obras, las licite vía un ‘fast track’ y se pongan en operación de una vez. Generarán la sensación de un Estado que funciona y de bienestar a los ciudadanos.

Finalmente, el equipo de PPK entiende que en el Perú de hoy es imposible gobernar con eficacia sin una apropiada gestión pública en las regiones y gobiernos locales. Ellos controlan dos tercios de la inversión pública y son, en teoría, ejecutores de las políticas nacionales que emiten los ministerios. Se está discutiendo la creación de un ministerio de apoyo regional pero quizás se pueda pensar en otros arreglos también, como viceministerios de descentralización en cada ministerio, que establezcan una comunicación fluida con los gobiernos subnacionales, que los capaciten y que coordinen con ellos.

Los resultados de estas elecciones obligan, más que nunca, a hacer política. El presidente Humala no la supo hacer y dilapidó su capital político en poco tiempo. PPK enfrenta un reto mucho mayor, pero tiene en su haber grandes cualidades y un optimismo contagioso que nos hace confiar en su liderazgo.