(Foto: Archivo El Comercio)
(Foto: Archivo El Comercio)
Carlos Meléndez

¿Por qué la bancada de Fuerza Popular (FP) rechazó el pedido de confianza que Fernando Zavala solicitara para él y su Gabinete? Este comportamiento ha sido evaluado ya no solo como “obstruccionista”, sino también como poco leal para la gobernabilidad democrática. De hecho, en algunos sectores más moderados de la opinión pública, crece el desprestigio hacia el fujimorismo, pues estaría delatándose como una ‘aplanadora’ inmisericorde, incapaz de detenerse ante cualquier movida de ajedrez político. Si ha perdido prestigio, ¿qué ha ganado FP con esta decisión tan severa?

FP es, ante todo, un partido de ‘timing’ electoral. Su fortaleza radica en su pretensión de representar los intereses de los sectores más marginales de la sociedad. Los parlamentarios elegidos bajo los colores naranjas están en permanente contacto con sus bases, dialogando con ese sentido común popular, informal y anti-establishment. Ellos confían en que los modales que tanto disgustan a la corrección política del café miraflorino son antenas que sintonizan con el clamor de sus seguidores.

El fujimorismo –lo he mencionado desde hace algunos años ya– privilegia la representación a la gobernabilidad. No desestima esta última, pero persigue la lealtad a su electorado con obsesión. En ese sentido, su lectura de la situación política pasa por el fondo cruel antes que por las formas amables. Y la cruenta realidad muestra a un gobierno de creciente impopularidad, con ministros –especialmente la de Educación– rechazados por el ciudadano promedio y por la dirigencia magisterial, y una demanda de cambio político urgente. La desafección con la autoridad centralista se agudiza aun más en el centro y el sur del país, terreno que el fujimorismo tercamente insiste en conquistar.

La racionalidad fujimorista no carga anestesia. Mientras siga jugando las reglas de juego (incluyendo el respeto al período presidencial de PPK por cinco años), no existen pecados ni culpas. Por eso, si el Gobierno presentase una opción de Gabinete provocadora –que tanto promueve el antifujimorismo radical–, lo más probable es que FP la vete también. El cierre del Parlamento y la convocatoria a nuevas elecciones congresales no atemorizan al partido liderado por Keiko Fujimori. ¿Se ha puesto a pensar qué organización política está en capacidad de llevar adelante una actividad proselitista por todo el territorio nacional? ¿Realmente cree que la izquierda dividida, el ppkausismo inexperto y los moraditos start-up van a desplegar mayor maquinaria que la naranja? Unos comicios parlamentarios serían –especialmente– un campo de disputa entre el fujimorismo y el radicalismo proviolentista que ha acumulado fuerzas luego de las últimas protestas sindicales.

De paso, FP ha demostrado que sigue teniendo la iniciativa política de crítica al establishment –neutralizando a la izquierda programática y provinciana– y que se encuentra más cohesionado de lo que sus rivales políticos suponen o desean. En un solo día, despejó varias dudas: están empoderados y no resienten escisiones. (Kenji Fujimori ha quedado mudo, pero sobre todo aislado). Los orejones antifujimoristas del Gobierno se volvieron a equivocar cegados por sus egos.