"El racismo en el deporte", por Francisco Miró Quesada Rada
"El racismo en el deporte", por Francisco Miró Quesada Rada
Redacción EC

FRANCISCO MIRÓ QUESADA RADA

El racismo es una de las más grandes estupideces de la historia, pero, cuidado, es una estupidez que debe tomarse en serio. Que haya pasado en un estadio peruano, que es un conglomerado de todas las sangres arguedianas, debe preocuparnos y tenemos que estar alertas para que no suceda nunca más.
El reciente caso del futbolista brasileño nos recuerda el maltrato sufrido en nuestro país hace poco por Edgar Villamarín y Joel Herrera. 
Años antes sucedió con ‘Kilo’ Lobatón, jugador de Universitario, típico puntero izquierdo de antaño. Pícaro, quimboso que se perfilaba jugando muy pegado a la línea de cal. Este jugador sobresalió en la década de 1960 y fue el protagonista de la jugada en la que chocó con un defensa argentino que produjo luego el gol peruano, pero que para el árbitro fue un planchazo. En consecuencia, este lo anuló.
La decisión nos costaría caro, pues originó la famosa, el 24 de mayo de 1964, hace casi cincuenta años, donde fallecieron alrededor de 320 personas, considerada la mayor desgracia en un estadio de fútbol de todos los tiempos. Cada vez que ‘Kilo’ recibía un pase, la gente producía un sórdido largo “uuu”. No porque fuera de la ‘U’ precisamente, sino por el color de su piel.
Por aquella época había surgido un nuevo Rodillo Negro. Una Alianza que con juego elegante y pícaro hacía delirar a las tribunas. Tenemás, ‘Perico’ León, Rosteing y Valle, apoyados desde el mediocampo por el jugador más quimboso, bailarín y elegante que ha dado el Perú en los últimos sesenta años, Víctor ‘Pitín’ Zegarra. Existió un anterior Rodillo Negro, integrado por cuatro jugadores chinchanos del más alto nivel: Félix y su hermano Roberto ‘Chupón’ Castillo, Vides Mosquera y Cornelio Heredia. Fueron muy respetados y nadie los insultó por el color de su piel.
Como dice el intelectual chinchano Juan Velit Granda, “Chincha no es un lugar, es una emoción” y es precisamente este sentimiento que me trae a la memoria el recuerdo de mi tío abuelo Orestes Jordán Cánepa, llamado el ‘León Chinchano’, quien integró la famosa selección olímpica del 36, víctima del racismo en aquella época porque gobernaban los nazis en Alemania. 
Fue en esas famosas olimpiadas de Berlín en donde Adolf Hitler, en el acto inaugural, habló de la “superioridad” de ciertos atletas. He entrecomillado superioridad porque con esa palabra hacía alusión a los deportistas blancos. La Olimpiada de Berlín fue un ejemplo de cómo el racismo es una estupidez de la historia. 
Los afroamericanos y Joe Lewis triunfaron. El primero en 100 metros planos y el otro noqueando al campeón alemán Max Schmeling. 
En fútbol, los mestizos peruanos, hijos de todas nuestras sangres, le dieron un baile al equipo austriaco, algo intolerable para los nazis y por eso anularon el partido aduciendo que la cancha era antirreglamentaria. En el fondo no podían tolerar que 11 mestizos derrotaran a la “raza superior”. ¿Pero cuál raza superior?
Nunca en la historia existió una de esa naturaleza. El color de nuestra piel se debe a una sustancia que se llama melanina: a mayor melanina, la piel es más oscura. Eso es todo. El resto es pura ideología de odio y discriminación.
El racista es un acomplejado que diferencia por la piel para sentirse superior, no reconoce al otro, no ama al otro, lo desprecia, lo maltrata. El racismo es una de las aberraciones más salvajes del antihumanismo.
Ya nos sonó un campanazo en , las autoridades deben aplicar las sanciones del caso, para que no suceda esta conducta oprobiosa y lesiva para la dignidad humana.