Recuerdos de una noche de juerga, por Federico Salazar
Recuerdos de una noche de juerga, por Federico Salazar
Federico Salazar

Alejandro Toledo pidió 35 millones de dólares. Solo le dieron 20, porque no cumplió. Hasta en la coima, estafador. 

Si creemos en el testimonio de Jorge Barata, el ex presidente sería una persona sin escrúpulos, un delincuente cualquiera. 

Los escrúpulos no son parte del vestido. Uno no se pone y saca escrúpulos de encima como se pone o se saca un abrigo. 

Alejandro Toledo, antes de ser presidente, ya los había perdido, si es que alguna vez los tuvo. 

Toledo mostró su facilidad para cometer delito y mentir, por ejemplo, en 1998. Denunció que fue secuestrado y que habían usado su tarjeta de crédito. 

Toledo y tres mujeres gastaron con la tarjeta en la farmacia Deza, a las 8:45 a.m. del 16 de octubre. A las 5:00 p.m. un despachador llevó la mercadería al hotel El Escarabajo, donde Toledo firmó el voucher. 

Otra operación se realizó, más tarde, en el hotel Melody, desde donde Toledo se retiró a las 8 de la noche. Iniciada la investigación por secuestro, la policía encontró el auto de Toledo a las 9:00 p.m en otro hotel, el Queen. Al salir, Toledo dijo a la policía que había un malentendido y que conversaría con su esposa (que hizo la denuncia). 

La administradora de la farmacia Deza, Juana Sánchez, mostró al programa “La ventana indiscreta”, de entonces, los comprobantes de los gastos de Toledo y las mujeres por 14 mil soles. 

Dijo que Karp se enteró en la farmacia de que Toledo no era víctima de secuestro. Conminó al despachador a que la llevara al hotel. Luego, Toledo estuvo en la clínica San Pablo, donde los exámenes arrojaron consumo de fenobarbital y cocaína. 

Aun así, Toledo pretendió no reconocer los gastos ante Visanet. Además, llamó a Sánchez para advertirle que no revelara el hecho. Después, ella recibió amenazas. Uno de sus parientes fue asaltado, y ella abandonó el país. 

La pretensión de Toledo de desconocer los gastos es inaudita. Revela falta de escrúpulos. Implica mentir para robar. Robar para juerguear. 

¿Quién roba y usa ese dinero en prostitutas? ¡Algunos delincuentes! 

Ese caso debió bastar para no tener confianza en Toledo. Muchos creyeron, sin embargo, que Toledo fue víctima de un operativo montesinista (la revista “Caretas”, por ejemplo).

Hay muchos otros casos de mentiras de Alejandro Toledo. El caso de la noche (el día y la noche) de prostitutas, sin embargo, lo pinta de cuerpo entero. 

A ningún ‘pepeado’ se lo ha visto pasear en su auto por tres hoteles distintos, ni ir a una tienda a hacer compras con las ‘peperas’. Lo más probable es que Toledo haya pagado su entretenimiento con su tarjeta de crédito al carecer, en esa oportunidad, de efectivo. 

Hasta ahí, es casi solo un tema personal. Falta esclarecer quién manejaba y cómo. Más allá de eso, pretender no reconocer los gastos y tratar de que los pague Visanet revela una intención inescrupulosa y delictiva. 

Este personaje supo vestirse con el traje de la lucha por la democracia. Yo no creo que alguien tan dispuesto a robar creyera realmente en la democracia. Creo que alguien así pudo usar el pretexto de la democracia para hacer lo que más quería hacer: robar. 

En 1998, parecía difícil enfrentarse al gobierno fujimorista. Ponerle objeciones a quien parecía dispuesto a “jugársela” se veía como apoyo a la autocracia. Esta forma de pensar de “blanco o negro” fue parte del problema, y lo es hasta ahora. 

Nos engañan porque queremos creer. Y seguiremos creyendo si seguimos pensando en “causas” y no en personas.

No hay “causas” buenas y malas sin individuos buenos y malos, y estos están en cualquier lugar. Tenemos que desarrollar instituciones que nos protejan de los inescrupulosos. Cambiar de “partido” en el gobierno no resuelve lo peor. 

El problema es el poder sin vigilancia, sin balance, sin límite, sin transparencia. Hay, por eso, que trozar el poder, partirlo en pedacitos, y que cada pedazo controle al otro. Quizá entonces tengamos una esperanza.