(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Ignazio De Ferrari

¿Cómo debe estar distribuido el poder en el Perú? ¿A quiénes deben rendir cuentas los políticos elegidos a través del voto popular? ¿Qué intereses deben perseguir esos representantes? Estas son las preguntas que, a entender de este columnista, deberían hacerse nuestros políticos en el contexto de la . La forma de elegir el es central para el funcionamiento de la República, y de todas las reformas anunciadas por es una de las que menos ha sido discutida. Este artículo plantea una alternativa a la propuesta del presidente.

Ante todo, los cambios que se propongan deben hacer explícito qué es lo que se quiere solucionar, es decir cuáles son las prioridades de la reforma. En primer lugar, en un país con la diversidad y el escaso nivel de institucionalidad del Perú, la reforma debería buscar que no se formen mayorías legislativas que no correspondan a una mayoría de votos. Es más sano que el poder no esté concentrado. Segundo, los congresistas deberían rendir cuentas no solo a su partido sino también a los votantes. En tercer lugar, como lo busca también la reforma del Ejecutivo, los legisladores deberían perseguir los intereses de su circunscripción y, además, los de espacios geográficos más grandes como las macrorregiones. Cuarto, el número de habitantes por parlamentario debería incrementarse de manera considerable para mejorar los niveles de representación. Y, finalmente, el sistema de elección debería ser fácil de entender para los ciudadanos.

En vista de estos objetivos y de la propuesta del gobierno y otros sectores políticos para retornar a la , planteo una Cámara de Diputados de 182 miembros y un Senado de 60 representantes, respetando la composición que existía hasta 1992. Con 242 congresistas para más de 31 millones de peruanos, estaríamos alrededor de la media latinoamericana de 158 mil habitantes por legislador.

Los 182 diputados serían elegidos a nivel departamental, con excepción de las regiones que tengan ocho o más representantes, que serían divididas en distritos electorales de no más de seis representantes. Así, los 54 diputados de Lima Metropolitana serían elegidos en 11 distritos de entre cuatro y seis representantes, los 10 de La Libertad y de Piura en dos distritos de entre cuatro y seis, y algo similar ocurriría en el caso de los ocho parlamentarios de Arequipa y de Cajamarca. De esta manera existiría un vínculo más cercano entre los diputados de una circunscripción y sus votantes. En la actualidad, es muy difícil que esa conexión exista en un distrito de 36 representantes como Lima. Finalmente, con el objetivo de que los parlamentarios sean responsables no solo ante su partido sino también ante los electores, se mantendría el voto preferencial en la Cámara de Diputados.

A diferencia del Senado pre-1992, que era elegido en un distrito único, propongo un Senado que responda a macrorregiones, tal y como sugiere la reforma del Ejecutivo. En total, planteo cinco regiones de entre ocho y 20 senadores, más un distrito de dos representantes para los votantes en el extranjero. La idea es que los senadores tengan una visión más amplia que la de su lugar de origen, y respondan a los intereses de espacios más diversos del país. Esto ayudaría a que se vaya formando una identidad multirregional que podría derivar, en el futuro, en la formación de macrorregiones y en la reducción del número de gobernadores regionales. Finalmente, el Senado buscaría reflejar las posiciones institucionales de los partidos y eliminaría el uso del voto preferencial.

En la actualidad, se utiliza la cifra repartidora –basada en la fórmula D´Hondt– para convertir los votos en escaños. Esta fórmula favorece a los partidos más votados en detrimento de los más pequeños. El problema es que la cifra repartidora, combinada con la existencia de distritos electorales pequeños y con una valla electoral que deja sin representación a los partidos que no alcanzan el 5%, genera distorsiones que pueden terminar convirtiendo minorías que alcanzan el 36% de votos, como la que obtuvo el fujimorismo en la primera vuelta del 2016, en mayorías de 56% de los escaños. Propongo utilizar la cuota Hare, que reparte de manera más proporcional los votos obtenidos por cada partido, y mantener la valla del 5%.

¿Cómo habrían sido los resultados del 2016 bajo el sistema propuesto aquí? Asumiendo que los ciudadanos hubieran votado de la misma forma que lo hicieron, en la cámara baja, el 36,3% de los votos del fujimorismo se habría convertido en el 39% de los escaños (71 diputados), con lo que no habrían alcanzado la mayoría. Los demás partidos habrían logrado un porcentaje de escaños muy similar a su porcentaje de votación. En el Senado, los partidos también habrían alcanzado una proporción de escaños muy cercana al porcentaje de votos obtenido.