Relaciones entre política y técnica, por Enrique Bernales
Relaciones entre política y técnica, por Enrique Bernales
Redacción EC

La renuncia del cuarto gabinete y la instalación del quinto, que sería deseable dure hasta la finalización del actual gobierno pareciera sugerir que el conocimiento de la por parte de algunos ministros tiene vacíos preocupantes. ¿Puede confiar la ciudadanía en los que ocupan altos cargos en la política nacional, si no tiene la certeza de su lectura previa de la Constitución? Si la han leído, ¿han entendido lo referente a organización del Estado, estructura de Gobierno, asignación de atribuciones, funciones y responsabilidades? Si han entendido todo esto, ¿han comprendido que la Constitución es un todo de estructura, modelo y relaciones articuladas entre sus partes? Finalmente si han leído y comprendido la Constitución en su naturaleza y alcances, ¿admiten que ella configura en su totalidad un Estado democrático y de derecho donde impera la ley y no las voluntades individuales?

Si quienes ahora son el quinto gabinete han cumplido con estos deberes, gobernarán junto al según lo que la Constitución y las leyes disponen. Si además han aprendido la lección de cuatro gabinetes efímeros, entonces, el quinto gabinete durará. Pero si es la apología de lo “técnico” y no la firme convicción de que la naturaleza del cargo de ministro es política, pues habrá que decirle al presidente Humala que debe prepararse para tomar juramento al sexto, al sétimo y, a lo mejor, al octavo gabinete de su gobierno, lo que sería absolutamente inconveniente para el país. 

Escribo estas líneas sin asomo de ironía, porque me interesan la estabilidad política del país, el respeto a las instituciones que debe nacer desde el seno del gobierno y, muy especialmente, que la gobernabilidad del país tenga óptimos de eficiencia, en las políticas económicas, sociales y en el mantenimiento respetuoso del Estado de derecho.

El ex presidente del Consejo de Ministros , persona honorable y de entereza moral, cometió errores políticos, presumo que debido a que no sopesó adecuadamente el encargo presidencial recibido y sospecho además que fueron errores inducidos por el desconocimiento de los que recovecos y pequeñas intrigas que suelen acompañar a la política limeña. Si pidió al acceder al cargo la renovación del gabinete y se aceptó el pedido, para luego ser demorada indefinidamente su ejecución, no debió esperar tantos días para renunciar al cargo, pues su autoridad, comprometida con el Parlamento al que ofreció esa renovación, se iba lentamente deteriorando.

Si otras personas allegadas al gobierno hacían de portavoces, sustituyéndolo en su principal atribución constitucional, debió asimismo dejar el cargo con pública constancia de un alejamiento fundado en la defensa de la Constitución. Pero no lo hizo. Finalmente si el rebasó y desconoció públicamente su autoridad, debió primero pedir la renuncia de este y si no le era concedida, recién renunciar, porque había perdido la confianza del presidente de la República. 

Pero a los errores de salida de Villanueva han sobrevenido los de llegada de su sucesor, el ministro . De su experiencia y eficiencia como funcionario público en cuatro gobiernos sucesivos, no hay duda y es deseable que el éxito acompañe su gestión. 

No obstante, señor ministro, declaraciones suyas, reiteradas en diversos órganos de prensa, sugieren que usted entiende como esencial y garantía de continuidad y éxito, ser un funcionario público y la composición mayoritaria de “técnicos” del gabinete. Es obvio que sus antecedentes, de buen funcionario público y técnico en el ejercicio de sus conocimientos son importantes, pero, según la Constitución, los ministros son y deben actuar ante todo como políticos, que tienen la capacidad de tomar decisiones políticas y de asumir responsabilidad igualmente política. La Constitución ordena la composición democrática de todas las instancias del gobierno del Perú. La técnica acompaña, opina y ejecuta; no decide ni gobierna. 

Cuidado con ese peligroso extremo. La tecnocracia es definida como un gobierno sin alma, sin pisca de sensibilidad social y cuya eficiencia que no trasciende porque, en lugar de mirar a quién sirve, se agota en la autocomplacencia. Gobernar es tomar decisiones políticas que tengan como base los criterios de racionabilidad y legalidad principalmente. “Qué decido” es el ejercicio de una atribución con la cual asumo como ministro responsabilidad política. “Cómo pongo en práctica lo acordado” es allí cuando recién entra la técnica con toda la importancia que ella tiene.