(Foto: Archivo El Comercio)
(Foto: Archivo El Comercio)
Andrés Calderón

No, apreciado lector. Esta no es una columna musical, nostálgica de ese pavoroso fandango de inicios de los años 90. Este es un artículo que recuerda quién debería defender (y no lo hace) a los tecnócratas. El tecnócrata entre tecnócratas. El ‘rey del tecno’. .

Por supuesto que los ‘técnicos’ no deberían faltar en el Gobierno. Gente que conozca, diseñe y ejecute políticas públicas eficientes. Las personas, en efecto, no comen ni beben de rimbombantes frases políticas para la tribuna. Para combatir la delincuencia, atraer inversión privada, expandir las redes de servicios públicos y lograr una mayor recaudación fiscal, se necesitan expertos.

Al iniciar su gestión, la administración ppkausa logró convocarlos. Aunque hoy sea motivo de burlas, el mote ‘de lujo’ no era gratuito. La congregación de reputados profesionales en ministerios, reguladores y organismos públicos descentralizados era notoria y encomiable.

El problema es que para gobernar un país no basta el conocimiento técnico. Menos aun si se enfrenta a una mayoría opositora confrontacional, que se nutre no solo de las fallas reales, sino de cualquier cosa que tenga la apariencia de yerro.

Las falencias del Gobierno están en la ausencia de habilidad para llevar la delantera política, para encontrar los mensajes atractivos (y no las cifras) que enganchen con la ciudadanía, para saber por dónde viene el segundo, tercer y cuarto golpe para levantar la guardia antes de que lluevan los puños, para anticiparse y negociar con la oposición de manera previa a un anuncio que va a traer polémica, y hasta ofrecerle triunfos (con felicitación pública incluida) para que la mezquindad política le resulte más costosa y notoria en su turno al contrincante.

Lo que el presidente Kuczynski parece no comprender aún es que el manejo político no excluye ni opaca al ‘expertise’ tecnocrático, sino que lo complementa y defiende. Y quien no está haciendo el trabajo defensivo es él mismo.

Para contagiarnos de la fiebre futbolera de estos días, digamos que PPK no acepta que él ya no es el técnico del equipo y su camiseta no lleva el número 10. Tampoco es la del ‘8’ que acompaña y pisa el área, ni la del habilidoso ‘7’ que desborda por las bandas. Él es el ‘6’, aunque no se sienta cómodo en la posición. El que debería proteger a los técnicos. El que pone la agenda del partido. El que quita la pelota y la distribuye. El que guapea desde el fondo y lleva la cinta de capitán. El ‘offesinve tackle’ que protege al talentoso ‘quarterback’, si es que entiende más de fútbol americano que de ‘soccer’.

Cuando el encargado de la contención y protección de los técnicos quiere improvisar jugadas en la delantera, el equipo queda desbalanceado. Pero el capitán no escucha a nadie en las graderías. Para él, todos son ‘generales después de la guerra’, ‘opinólogos’ que no están en la cancha. Y tiene razón en que el juego se percibe distinto dentro y fuera de la cancha. Por mi propia experiencia en el aparato estatal y en la ‘opinología’ profesional, sé que es mil veces más fácil criticar que hacer. Y quizá por ello deberían ser los propios técnicos del equipo ppkausa los que hagan notar al capitán lo errada de su (falta de) estrategia.

No sé si los técnicos dentro del equipo le hablan con suficiente firmeza y le recriminan su desorden en el juego. No sé si los técnicos le habrán advertido que si no cambia su actitud, ya no jugarán más en su equipo. Quizá solo un tecnócrata (o grupo de tecnócratas) dispuesto a pechar al capitán e intimarlo con su renuncia pueda salvar al resto. No lo sé. Soy solo un ciudadano de a pie al que “le importa un pepino la política”.