"La rutina", por Marco Aurelio Denegri
"La rutina", por Marco Aurelio Denegri
Redacción EC

Rutinarios son los usos y costumbres, los hábitos y las solencias. Todos repetimos diariamente y a veces muy a la continua las mismas acciones particulares o las mismas conductas generales, “por mera práctica y de manera más o menos automática”, según dice la Academia en la última edición de su Diccionario.

Lo sólito es rutinizarse y lo insólito desrutinizarse. Veamos al respecto un ejemplo de carácter sexual.

La prostitución al aire libre o a cielo abierto atrae por varias razones o sinrazones y una de ellas es el deseo de sacudirse de la rutina sexual, que es inevitable entre cónyuges y que termina siéndolo en parejas no maritales si la relación se prolonga demasiado. De suerte que en lugar de copular entre cuatro paredes y sobre una cama, los rutinizados, convenientemente movidos por afán desrutinizante, buscan copulaciones diferentes por el lugar de su realización; verbigracia, en el suelo, en un pampón, o en una zanja, o en la punta del cerro, o quizá, selváticamente, en una canoa. Incluso los buscadores más osados de novedades tratarán de imitar a los mongoles, para quienes es solencia copular mientras cabalgan. Pero esto último exige gran pericia o experticia, y sabido es que los seres humanos no son, en general, copuladores diestros, sino muy incompetentes y por eso caen y pronto en la rutina más desmotivadora y atroz.

En el libro de Jaime Lértora y Guido Bravo, El Servicio que merecemos, se lee en la página 205 lo siguiente acerca de un singular Congreso de los Malos Sentimientos:
“El Odio convoca al resto de los Malos Sentimientos y les anuncia que necesita su ayuda porque quiere matar al Amor. Los asistentes se sorprenden y le dicen: ‘Oye, pero si tú eres el más malo de todos, ¿para qué nos necesitas? ¿No puedes eliminarlo tú solo?’ ‘No’, les responde el Odio, ‘ya lo intenté’ y no lo he logrado’. Entonces piden un voluntario y el Chisme ofrece sus servicios. Pero al poco tiempo regresa desalentado y les dice: ‘No, me rindo, el Amor es muy fuerte y no he podido con él.’ Y así van los Celos, el Rencor, la Envidia, y todos fracasan. El Odio está desesperado porque ya casi no queda nadie y en eso uno de los participantes, que se había sentado atrás y se mantenía callado, levanta la mano y se ofrece a ir a matar al Amor. ‘¿Quién eres?’, le pregunta el Odio, pero no obtiene respuesta.

“Pasa un tiempo y el personaje regresa cargando un bulto, lo tira a los pies del Odio y le dice: ‘Acá tienes al Amor muerto.’ Ante la sorpresa y la alegría de todos, el personaje voltea y en la parte de atrás de su chaleco se lee su nombre: Rutina.”