“Los primeros 100 días del Gobierno parecen 100 meses, por la cantidad de desatinos que nos han paralizado”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Los primeros 100 días del Gobierno parecen 100 meses, por la cantidad de desatinos que nos han paralizado”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Alonso Cueto

Uno pensaría que la misión de un Gobierno es ofrecer a sus habitantes un marco en el que puedan desarrollar su vida profesional y familiar. Deberíamos poder hacerlo sin tener que preocuparnos de las noticias de cada minuto.

Sin embargo, vivir en paz parece un sueño imposible. El lunes, luego de que se supo sobre la del ministro del Interior, llegó el mensaje de la primera ministra pidiendo una aclaración. Poco después, sin embargo, todos daban una versión distinta de lo ocurrido. Luego, como parte estelar de este despliegue, una vecina quiso poner orden. Anunció que la noche anterior se había sentado a escuchar música criolla con su marido. Su frase puede ser un lema de la vida moderna: “Yo respondo por mi bulla”. El episodio demostró que se perdonan los pecados, pero no la bulla; es decir, el escándalo.

Como una protesta divina ante esta inestabilidad, la semana se inició con en Lima. Ocurrió el lunes, día de todos los muertos.

El martes fue un día de ansiedades vivas. No se sabía si la ministra Vásquez o el ministro del Interior se quedaban en el cargo. En vez de resolver la situación pronto, el presidente esperó hasta entrada la noche para hacer el anuncio correcto. Pero también fue un día de sobresaltos por otros motivos. Se anunció la paralización de protestas contra Antamina, pero también nuevas negociaciones. Luego vendrían amenazas de un alcalde contra una empresa minera en Ayacucho. El miércoles fue el día del dudoso acuerdo con empresarios de transportes. Ayer fue la presentación del nuevo Gabinete en el Congreso para el voto de confianza.

Fiestas, huelgas, amenazas, combis con papeletas, incendios en campamentos. El dólar, el animal más cobarde del mundo, despliega sus alas y huye hacia arriba apenas escucha cualquiera de estos ruidos extraños.

Más allá de los ruidos, los problemas del Perú son inmensos. Sin embargo, nuestra discusión parece estar centrada en qué partido va a sacar provecho de qué situación. Nos interesa el circo por encima de todas las cosas. Nuestros temas de discusión no son el estado de la educación, la economía o la salud, sino la vacancia, la confianza y los votos. No pasamos de allí.

En medio de todas estas idas y venidas, la presencia de la primera ministra Vásquez ha sido un bálsamo. En estos días, ha mostrado criterio, inteligencia y el manejo firme de situaciones. También ha recordado con frecuencia los temas de fondo. Ella es quien ha salvado al Gobierno (y a todos nosotros) de un descalabro mayor. La noticia del nuevo ministro, , fue otro bálsamo que llegó a tiempo.

Pero nuevos descalabros pueden estar a la vista. Es una tradición. Los primeros 100 días del Gobierno parecen 100 meses, por la cantidad de desatinos que nos han paralizado.

Unas declaraciones en El Comercio de Pedro Cateriano me parecen apropiadas a propósito del presidente Castillo. Cateriano todo maestro debe preparar sus clases. Podemos agregar que un maestro es esencialmente un comunicador. Sin embargo, Castillo no ha dado una sola entrevista durante su presidencia. El maestro les da una importancia enorme a sus palabras. Sin embargo, Castillo anunció en una misma frase términos como “nacionalización” y “estatización” que contradijeron el mensaje que su primera ministra daba en el Congreso. El fracaso de su liderazgo es, hasta ahora, una oportunidad perdida para la izquierda peruana. No se ve cómo podemos seguir habitando su zona sísmica si no ofrece un camino de estabilidad hacia el centro político, lejos de los radicalismos y de los escándalos. ¿Puede hacerlo?