Maite  Vizcarra

El Perú debe ser uno de los pocos lugares en el mundo en donde las crisis son en realidad aceleradas micro-crisis que, debido a su constancia, nos dan la sensación de estar viviendo en una permanente inestabilidad. Tal vez eso sea lo normal: vivir en medio de constantes rupturas.

Y junto con esa vocación permanente por los cambios dramáticos, también está esa otra vocación por vivir sin memoria: acelerados. En el Perú pasan muchas cosas rápidamente y apenas hay lugar para pensarlas. La pandemia y sus millones de muertes, la recesión pospandemia, la irrupción de Pedro Castillo, la instauración de un régimen corrupto y, sobre todo, inoperante, el violento final del régimen Castillo, el gobierno transitorio de Dina Boluarte y, otra vez, estamos de cara a iniciar un nuevo proceso electoral. Y todo en apenas dos años.

La aceleración de los sucesos apenas da para deglutir lo que pasa. Pero hay señales discretas que expresan modificaciones relevantes que tal vez debiéramos empezar a revisar de cara al nuevo tiempo electoral que iniciaremos en breve.

Por decir algo, es claro que hay cambios a nivel de la . Antes hemos dicho aquí que lo digital ha terminado empoderándonos y otorgándonos un rol más activo en eso que llamamos sistema democrático. Hemos pasado de la voz del pueblo al ojo del pueblo.

La voz del pueblo tradicionalmente ha sido la de las urnas, aunque también ha tomado otras formas de expresión, como, por ejemplo, las manifestaciones en la calle, que no son vandalismo. Pero de una parte a hoy, para más peruanos vivir en democracia es también ser el ojo del pueblo, vigilando, auscultando y denunciando.

Para los peruanos, cada vez más, es menos importante ser convocados a elegir a sus gobernantes vía el sufragio. Por contraste, al lado del ciudadano-elector, la figura del ciudadano-controlador está tomando una importancia creciente.

Por ejemplo, ¿no fueron acaso los propios ciudadanos cercanos a la embajada de México en Lima quienes trataron de impedir, directamente o usando sus autos, que Pedro Castillo huyera de prisión vía un refugio político? Era tan grande la indignación contra el golpe de Estado que había perpetrado el expresidente que el ‘ojo del pueblo’ usó su poder y terminó bloqueando el plan de fuga al D.F.

Ahora bien, y volviendo al asunto del tiempo electoral, conviene preguntarse si a ese ciudadano vigilante debería seguirle un nuevo perfil de político o, al menos, un nuevo perfil de aspirante a candidato. La respuesta es, rotundamente, sí.

Entonces, esbocemos someramente tres rasgos distintivos que bien podrían maridar con esa nueva ciudadanía centinela.

Los futuros aspirantes a líderes de gobierno en el Perú deberían de ser integradores, legibles y “respondedores” –si se me permite la liberalidad–.

1. Integrador tanto por dentro como por fuera: integrador en los modos y formas –hablar en simple como la gente sencilla y si sabe algún dialecto nacional, mejor aún–, integrador en su discurso, pero sobre todo integrador en las propuestas. Las dicotomías y polarizaciones ya no serán sexies.

2. Legible en tanto que debería ser alguien más que transparente. Se trata de alguien que sea un fanático de la libertad de información y la vigilancia ciudadana, en vez de temerles.

3. Respondedor –acaso el término más adecuado para traducir la noción de ‘responsiveness’ en inglés– o con capacidad de reaccionar rápidamente a los embates de la ciudadanía, en lugar de ignorarla o, peor aún, ahogarla. Se trata de un líder político que sabe usar bien el ejercicio de la libertad de expresión a favor de su ideario.

Con cargo a seguir discurriendo, aquí unos preliminares acentos para el tono de los próximos líderes políticos en el país.

Maite Vizcarra es tecnóloga, @Techtulia