Seguridad insegura, por Alfredo Bullard
Seguridad insegura, por Alfredo Bullard
Alfredo Bullard

Dado que el número de asaltos y secuestros se viene incrementando, el gobierno decide ser creativo. Como las casas son los lugares más seguros en que se puede estar y la mayoría de estos delitos suelen ocurrir en la calle, se plantea un proyecto de ley por el que se prohíbe que las personas salgan de su casa para no ser asaltadas o secuestradas.

Por supuesto es absurdo y parece irreal. Pero no lo es tanto. En el pasado no tan lejano se decretaban toques de queda que nos obligaban a quedarnos en nuestras casas por las noches en nombre de la seguridad. En el fondo es lo mismo: para proteger nuestros derechos nos  quitan nuestros derechos.

Pero más allá de lo real o irreal del ejemplo, refleja algo que pasa todos los días: la incapacidad del gobierno lleva al facilismo de trasladar el costo de su ineficiencia a los particulares. Un caso claro es la ligereza con la que se habla de decretar un estado de emergencia.

Keiko Fujimori dice que “no hay que tenerle miedo” a la declaración de estado de emergencia. Con esas palabras justifica por qué declarar el estado de emergencia en Lima es una buena idea.

Esa declaración es más que una frase hecha en medio de una campaña electoral. Parece reflejar un sentir común. Ante la creciente inseguridad parece lógico que se adopten medidas urgentes.

Pero es bastante más complicado. Una de las razones que justifica la existencia de un Estado es la seguridad. Seguridad significa, en un Estado de derecho, que nuestros derechos individuales sean protegidos. Eso es todo. No es ni más ni menos.

¿Y qué significa un estado de emergencia? Solemos imaginar que es una intervención más intensa de las fuerzas del orden. La primera reacción suele ser favorable. Con tanto delincuente suelto, más agentes en las calles parece una buena idea.

Pero las cosas no son así. El gobierno no necesita un estado de emergencia para poner más policías en las calles o mejorar su capacidad. El efecto legal de una decisión de este tipo es, según la Constitución, restringir y suspender nuestros derechos a la libertad, a la seguridad personal, a la inviolabilidad del domicilio y la libertad de reunión y de tránsito. 

Seguridad es protección de derechos. Pero para protegerlos se autoriza a suspender precisamente los derechos que se deben proteger. Las autoridades pueden entrar en tu casa o detenerte sin orden judicial o pueden restringir tu circulación. No entiendo el argumento que no se debe temer a una situación que me quita derechos fundamentales.

Se abre la puerta para el uso abusivo de la fuerza. Decir que no debes temer a esa situación es como señalar que no debes temer a que te metan en una jaula con un león porque el león no tiene hambre. El mayor violador de los derechos individuales ha sido históricamente el Estado. Es un león que suele estar famélico.

No quiero que se me malinterprete. Puedo entender que ante circunstancias realmente excepcionales y extremas se tomen medidas urgentes y temporales. Pero justificar que el Estado nos prive de nuestros derechos por su propia incapacidad para combatir la delincuencia común es una paradoja tan absurda como decir que para alimentarnos mejor no hay que comer.

Hay muy buenas razones para temer al estado de emergencia. La primera es que es una herramienta política mediática para dar la sensación que se está haciendo algo cuando en realidad no se está haciendo nada. El Estado suele sustituir la acción por la declaración.

La segunda, porque crea desincentivos al Estado para ser eficiente en condiciones normales (de no emergencia). Si para proteger nuestros derechos el Estado está autorizado a apresar ciudadanos o allanar nuestra casa, ¿por qué querría hacer el mismo trabajo sin tener esas facultades? Ello conduce a un abuso del estado de emergencia.

La tercera porque genera la peligrosa tentación a convertir lo temporal en permanente. Es decir, a que nuestros derechos estén más limitados de lo que es necesario y que la regla para darnos seguridad sea quitarnos seguridad.

Parafraseando a Seth Godin, la seguridad es un riesgo. Y lo es sobre todo cuando está a cargo del Estado.