Martín Vizcarra pidió tranquilidad para no perjudicar a todos los habitantes de la región.(Foto: Presidencia)
Martín Vizcarra pidió tranquilidad para no perjudicar a todos los habitantes de la región.(Foto: Presidencia)
Juan Paredes Castro

Como el presidente no ha podido ponerse por encima del “yo te vaco” del fujimorismo y del “yo te disuelvo” del antifujimorismo, le plantea al un ultimátum: “¡nos vamos todos!”. Se acortan los mandatos presidencial y parlamentario, vía referéndum y elecciones adelantadas.

No veo en este ultimátum otro horizonte final que la posible quiebra del orden constitucional, por lo que le pediría al mandatario que, si alguna vez ha jugado ajedrez, ponga todo su talento y toda su estrategia no solo en un jaque mate a la corrupción, que tendría un mérito grande, sino en la jugada maestra por el proyecto institucional democrático que nos hace falta, porque insistimos siempre, como ahora, en llevarlo por las patas de los caballos.

Señor presidente, no cometa el error de patear el tablero de ajedrez institucional común a todos, que es la Constitución, pues sería una pena verlo a usted, a futuro, omnipotente, abriendo y cerrando partidas de juego político, sin contendores a la vista.

Reproduzco aquí una columna mía del 1 de mayo del 2016, dirigida a Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski, en vísperas electorales. Su contenido es tan premonitorio como actual y válido. La columna forma parte del libro “La presidencia ficticia”, editada por Planeta, el 2017:

Lo que nos falta, ser una nación (*)

“Estamos a 35 días de elegir un nuevo gobierno, en un hecho a salto de mata, en una república de instituciones precarias y en una nación que no hemos empezado a construir de verdad.

Si nuestras profundas brechas sociales, raciales, culturales, psicológicas, políticas y económicas no han hecho posible que construyamos la nación de la que patrioteramente nos llenamos la boca, además de que como “ciudadanos sin república”, como nos llama Alberto Vergara, tampoco hemos hecho un merecido esfuerzo por reconocer su ausencia, ¿cómo tendríamos que forjar un Estado en ese enorme vacío? Y, peor aun, ¿cómo tendríamos que hacer Gobierno en o con un Estado casi inexistente?

A estas complejas interrogantes, en lugar de simplonas acusaciones mutuas, debieran estar respondiendo Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski, con propuestas inteligentes, abiertas, viables, dialogantes, debatibles, concertables, inclusivas, que nos devuelvan, por polémicas que sean, el sentido de nación e institucionalidad perdido; que nos alejen de la intransigencia, del rencor, del sectarismo, de la revancha, de la verdad única y excluyente, con sus arrebatos de autoritarismo similares a aquellos otros del pasado fujimorista que no queremos ver de retorno; y que nos acerquen, mediante puntos fijos y denominadores comunes, a las bases de un proyecto institucional democrático maduro que ninguna transición ha podido darnos hasta hoy.

A propósito, el elevado y vehemente rechazo a la alternativa fujimorista en la primera vuelta electoral no pudo impedir que obtuviera la aplastante mayoría parlamentaria que ya conocemos. La doble pregunta aquí es si ese mismo elevado y vehemente rechazo va a poder impedir, en la segunda vuelta, la victoria presidencial de Keiko Fujimori; y si no fuera así, cuán preparados están sus adversarios más radicales para aceptar civilizadamente el resultado antes que convocar al tumulto insurgente en las calles…

Con todo el extendido déficit democrático que caracteriza a nuestra sociedad, esta no desearía ni admitiría jamás el retorno al autoritarismo delincuencial del 1990 al 2000. De ahí que nada obliga más a Keiko y al fujimorismo que deslindar día a día, hora a hora, con las sombras de su origen, y a hacer de la rehabilitación de la democracia y las instituciones una cruzada de honor y expiación, sin demora, desde estos mismos días de campaña electoral, en que las emociones y pasiones parecen enturbiar la razón de los más llamados a usarla.

¿Y cómo habrá de ser finalmente para ambos la gestión entre el Estado unitario y la autonomía de los gobiernos regionales, actualmente quebrada? Más que los votos en afiebrada disputa están los intereses en frío del país, que no parecen ser los protagonistas centrales de la contienda electoral”.

(*) El Comercio, 1 de mayo del 2016.