El silencio de las inocentes, por Nora Sugobono
El silencio de las inocentes, por Nora Sugobono
Nora Sugobono

La primera vez que tomé conciencia de lo común, lo fácil de un , yo tenía 19 años y escuchaba a F contarme cómo una noche había encontrado a un sujeto encima suyo, despertándose –después de una noche de fiesta– con sus movimientos y toqueteos. Ella se quedaba a dormir en casa de una amiga; él era un familiar que pasaba unas semanas ahí. Ella se sintió culpable, avergonzada; él solo desapareció. “No pasó nada”, me dijo y se lo dijo a sí misma.

No pasó nada.

Recuerdo esa historia con frecuencia: mi desconcierto, mi inmaduro cuestionamiento inicial –¿ella se lo buscó?–, mi ignorancia y mi miedo. La recuerdo, sobre todo, cuando traslado ese temor a mis hermanas menores, primas y sobrinas: las mujeres que todavía siento la necesidad de proteger. Estaba con dos de ellas el pasado domingo mientras intercambiábamos risas y pronósticos viendo los premios Óscar. Cuando Lady Gaga tomó el escenario, las tres, instintivamente, supimos guardar silencio. Su interpretación de “Til it happens to you” (Hasta que te pase a ti), nominada a Mejor Canción Original por el documental “The Hunting Ground” –un trabajo que expone las crecientes violaciones en muchos campus universitarios de Estados Unidos–, enviaba un mensaje tan poderoso que lo único que quedaba por hacer era escuchar. Decenas de víctimas de abusos sexuales, en su mayoría mujeres, pero también algunos hombres, acompañaron a la cantante (quien también sufrió una violación de joven) con mensajes escritos en sus antebrazos. “No es tu culpa”. “Sobreviviente”. “Me pasó a mí”. Unos 900 millones de espectadores en todo el mundo éramos testigos de una realidad que golpeaba en la cara y removía el sentimiento. ¿O es que a ti, mujer u hombre, con educación, trabajo, pareja y/o casa, no te podría pasar también?

El lamentable prejuicio que acompaña los casos de abuso sexual, aquel que lleva a las víctimas a sentir humillación y culpa –empezando por detalles tan elementales como la elección de la ropa– trae como consecuencia más habitual el silencio. En nuestro país las cifras indican que niñas y adolescentes son la población más afectada. Solo de enero a mayo del 2015 se denunciaron 1.327 violaciones sexuales a nivel nacional; el 90% de ellas correspondía a este grupo. Según estudios de la OMS, además, la frecuencia de embarazos en mujeres violadas es del 10% al 30%. Tan solo dos años atrás, un informe de la misma organización situaba al Perú en el tercer lugar en el mundo entre los países con mayor prevalencia de mujeres que sufren de violencia sexual por parte de su pareja. Indicadores hay. Pero, como en la mayoría de números relacionados al tema, miles de casos quedan sin denunciarse –y, por ende, contabilizarse– debido al miedo.

Pero aquí no pasó nada.