"Ante la ausencia de un mapa referencial –distorsionado por una guerra virtual que para el caso peruano se remonta a los años de la independencia– el acto comunicacional deja de ser imitación o parodia para convertirse en fantasía hambrienta de contenidos y realizaciones". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Ante la ausencia de un mapa referencial –distorsionado por una guerra virtual que para el caso peruano se remonta a los años de la independencia– el acto comunicacional deja de ser imitación o parodia para convertirse en fantasía hambrienta de contenidos y realizaciones". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Carmen McEvoy

Hay algunos libros que, aunque ajenos, parecieran estar escritos para el Perú, un país que coquetea con el abismo sin atreverse a dar el salto mortal definitivo. Pienso, por ejemplo, en “El Mito del eterno retorno” de Mircea Eliade, “El Gatopardo” de Giuseppe Lampedusa o incluso ese extraordinario estudio de Jean Baudrillard titulado “Cultura y Simulacro”. Inspiración para la película The Matrix, el texto del filósofo francés desarrolla un modelo que suena muy familiar: el de una cultura que descansa en la farsa y en su yuxtaposición a la realidad, lo que hace muy difícil discernir entre el engaño y la verdad. La aniquilación de lo real por su hiperrepresentatividad, que ahora con las redes sociales, destruye o secuestra la experiencia misma, empujándonos a un universo paralelo de simulaciones y simulacros. En el cual muchos medran y, además, disfrutan.