¿Sirven las encuestas presidenciales?, por Raúl Ferrero
¿Sirven las encuestas presidenciales?, por Raúl Ferrero
Raúl Ferrero

Las encuestas nunca son exactas, ni pueden serlo, por lo voluble y cambiante que puede resultar la opinión ciudadana. Además, faltando setenta días para las elecciones, no a todos les es fácil decidir con qué candidato simpatizan más y, al momento de ser consultados, pueden no tener clara su preferencia. Esto es más evidente en casos como el peruano, en que el sufragio es obligatorio y aproximadamente entre 10% y 15% de los electores decide su voto el mismo día de los comicios.

Sin embargo, los resultados de las muestras de preferencias electorales, aunque preliminares, nos dan una idea de cómo van evolucionando las simpatías de los votantes cuando se les inquiere sobre el candidato por el cual piensan votar en las próximas elecciones presidenciales.

Es por ello que no se deben desdeñar los resultados de las encuestas, ya que sirven para conocer tendencias, lo que permite formarse una idea de hacia qué candidatos se inclina más el electorado y hacia cuáles no, en un determinado momento. Realmente, una encuesta se parece mucho a una foto que recoge un instante.

A la luz de ellas, los candidatos pueden corregir sus propuestas o incidir más en aquellas que mayor aceptación tengan. A su vez, el electorado puede reflexionar sobre sus propias inclinaciones y hasta con cierto realismo modificar su parecer, escogiendo a uno de los que más opción tenga. Esto perjudica a los candidatos más pequeños, quienes al no concitar el suficiente interés de los votantes dejan de ser considerados por el elector (el que en muchos casos puede preferir una opción con mayores posibilidades de ganar, o de derrotar a quien menos quiere que triunfe).

Por otro lado, a estas alturas, buena parte de los ciudadanos todavía sigue buscando al candidato que atraiga su preferencia, por no estar del todo convencido con las alternativas que se ofrecen, dado que muchos peruanos todavía no logran encontrar a quien encarne sus justas aspiraciones de cambio y, a la vez, sea capaz de liderar la recuperación económica que en la actualidad nos es manifiestamente esquiva.

Desde hace tiempo atrás hemos escuchado decir a los más duchos en política que las campañas electorales recién comienzan faltando sesenta días para los comicios generales, y que los actos previos no son sino preparatorios. Si ese fuese el caso, todavía quedan diez días más para que estas comiencen realmente a tomar cuerpo, ya que hasta ahora los distintos candidatos se habrían limitado a prepararse para la recta final que es la que realmente cuenta. 

Eso no quiere decir, empero, que las encuestas no interesan antes del plazo mencionado. Los indicadores anticipados sobre cómo van las candidaturas son convenientes para saber qué está buscando el electorado y qué espera de quienes quieren representarlo, de forma que los aspirantes al máximo cargo público tengan la información necesaria para reformular sus planteamientos y hasta rectificar ciertos temas de campaña que les puedan estar acarreando dificultades.

También es cierto que, desgraciadamente, no faltan encuestadoras poco serias que se someten a influencias externas para acomodar sus resultados. Felizmente ese tipo de irregularidades cada vez son menos al haberse profesionalizado los métodos y las técnicas de investigación para realizar las encuestas, por lo que hoy la ciudadanía respeta, con razón, a las que más prestigio tienen en el mercado.

En la actualidad, el avance de las técnicas modernas hace posible que un grupo de personas nos permita conocer lo que opinan miles de ellas.