El subibaja del tipo de cambio, por Jürgen Schuldt
El subibaja del tipo de cambio, por Jürgen Schuldt
Jürgen Schuldt

Durante la última docena de años, la cotización del sol por ha atravesado por dos fases. Una de revaluación del sol, en la que pasó gradualmente de 3,65 por dólar a fines del 2002 a 2,55 al terminar el 2012, como consecuencia del auge de la inversión extranjera y de las exportaciones primarias y agroindustriales. La otra etapa, aún en marcha, produjo una devaluación del sol por 33% desde el 2013 hasta hoy, jalonada básicamente por la depresión de los precios de los commodities y la retracción de la inversión privada.

En ambas fases, muchos expertos reclamaban la liberación absoluta del tipo de cambio (flotación limpia), como si se tratara del mercado de papas. Si el hubiera seguido esa receta en la primera fase, la relación habría caído a dos o menos soles por dólar, conduciendo a un drástico deterioro de la balanza comercial: menores exportaciones no tradicionales y mayores importaciones de bienes. Y, al revés, en la segunda fase, cuando el tipo de cambio se fue devaluando, los especialistas animaban al BCR a soltarlo, con lo que hoy rebasaría los cuatro soles por dólar, en parte por una sobrerreacción (‘overshooting’). Así, durante este año aun más personas y empresas endeudadas en dólares habrían quebrado, el crecimiento económico no pasaría del 0% y la inflación sobrepasaría el 5%, agravando la de por sí convulsa coyuntura sociopolítica.

En cambio, gracias a la intervención del BCR, se pudo evitar una devaluación abrupta y exagerada, para lo que realizó ventas netas por US$11.000 millones en estos últimos dos años, posibilitado por su compra masiva de divisas durante la primera fase y hasta mayo del 2013. En tal sentido, el BCR evitó una sobrevaluación excesiva primero y una devaluación desbocada más recientemente, a la vez que aparentemente se respetaban las fuerzas tendenciales que corresponderían al tipo de cambio de paridad de mediano plazo.

Cabe señalar, además, el error que cometen quienes señalan que ha sido un error intervenir “excesivamente” en el mercado cambiario porque nuestros socios comerciales devaluaron el tipo de cambio nominal más que nosotros. Lo que se olvidan es que muchos de esos países tuvieron una inflación (y costos) mayor a la nuestra. Así, considerando los precios internos/externos, tanto nuestro tipo de cambio real bilateral (con el dólar), como el multilateral (con las divisas de todos los países con los que comerciamos) se han devaluado este año para bien en 9,7% y 2,1%, respectivamente (a precios del 2009). Notorias excepciones son el real brasileño y el peso colombiano, frente a los cuales el sol se ha revaluado –en términos reales– 18% durante el presente año.

Sin duda, a futuro seguirá devaluándose nuestra divisa, lo que es deseable para restablecer el equilibrio del creciente déficit de la balanza externa en cuenta corriente. Pero seguirá siendo recomendable que la flotación sucia se procese muy gradualmente para que los agentes económicos dispongan del tiempo y la capacidad necesarios para adaptarse a esos ajustes: “”.

Al margen de tecnicismos, es necesario recordar el problema de fondo. Si queremos evitar marearnos en la montaña rusa que ha caracterizado este último ciclo del tipo de cambio, será necesario transformar el modelo de producción-distribución inaugurado en la década de 1990. Esto exigiría establecer una economía más equilibrada, pues no es posible ni deseable sostenerla casi exclusivamente en el volátil sector minero-hidrocarburífero, que debería complementarse con los segmentos agro-ganadero-pesquero, industrial-forestal, industrial manufacturero de sustitución de algunos insumos y bienes de capital y, especialmente, de complejos turísticos. Ciertamente todos estos sectores requieren un “alto” tipo de cambio real como parte de un programa que a la larga permitiría establecer un mercado interno más amplio, inclusivo y descentralizado, dándole mayor sostenibilidad a una economía hasta ahora tan dependiente de la inestable economía mundial.

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