SUFUTURO, por Alfredo Bullard
SUFUTURO, por Alfredo Bullard
Alfredo Bullard

Estamos en el futuro. Jorge, un profesional independiente, acaba de llegar del trabajo. Lee, con gesto de preocupación, una notificación que acaba de recibir de la Superintendencia de Protección del Futuro del Ciudadano (más conocida como SUFUTURO). Le informan de una próxima inspección.

Jorge recordó los orígenes de SUFUTURO. Fue creada en el último año del gobierno de Humala para luchar contra un sesgo cognitivo identificado por los psicólogos en la conducta humana conocido como procastinación. Las personas suelen privilegiar irracionalmente la satisfacción en el corto plazo sobre las consecuencias en el largo plazo. Por ejemplo, dejan de hacer dieta o no hacen ejercicio a pesar de saber que eso afectará su salud futura y su expectativa de vida. O  prefieren gastar sus ingresos hoy en lugar de ahorrar para su vejez.

Alguien tenía que hacer algo para evitar ese problema. Se le encargó a SUFUTURO regular la conducta de los ciudadanos para protegerlos de sus propias decisiones, cuando estas pusieran en peligro su  futuro.

SUFUTURO no fue la primera regulación creada para combatir la procastinación. Décadas antes se habían creado los sistemas obligatorios de pensiones para los trabajadores, forzándolos a aportar a un fondo que luego les pagaría pensiones cuando llegaran a la vejez. Había que obligar a la gente a ahorrar.

El sistema inicial fue un desastre total. La administración estatal del fondo hizo que se perdiera el ahorro en actos de corrupción e ineficiente burocracia. Los ciudadanos eran obligados  a ahorrar y luego forzados a recibir pensiones de miseria que cobraban, ya en su vejez, en inhumanas e interminables colas. Todo mejoró en los 90 cuando el sistema fue privatizado y aparecieron las AFP, empresas privadas que mejoraron la administración del ahorro e incrementaron las pensiones, pero mantuvieron la idea de forzar a las personas a ahorrar para el futuro.

Durante el gobierno de Humala se pretendió extender el ahorro forzoso a los trabajadores independientes. Estos se rebelaron y se resistieron. Reclamaron su derecho a “procastinar”. ¿Finalmente, quién era el Estado para decidir que ahorrar para una pensión era mejor que comprarse una casa o adquirir un carro?

La crisis política forzó a dictar una nueva ley y se dio marcha atrás. Los independientes recobraron su derecho a “procastinar”. La AFP que ganó legítimamente la licitación para administrar los fondos vio su inversión y expectativas frustradas por la indecisión estatal y demandó al Gobierno por varios millones (debido a los daños que las idas y venidas le habían ocasionado). Lo que mal comienza, mal acaba.

Entonces se lanzó una nueva generación de medidas antiprocastinación. Basándose en los mismos hallazgos de los psicólogos, se creó SUFUTURO dándosele amplios poderes para proteger a los ciudadanos de lo que se calificaba como “su propia estupidez”.

Al leer la notificación, Jorge recordó las inspecciones anteriores. En la primera le vaciaron su refrigerador y despensa de todo alimento que pudiera afectar su salud futura. Se ordenó que un guardia de SUFUTURO lo visitase todas las mañanas para obligarlo a correr y hacer ejercicio a fin de tener una mayor expectativa de vida.

En otra ocasión lo obligaron a vender su casa y comprarse una más pequeña y menos lujosa y hacer así inversiones más rentables para su vejez. En la última le dijeron que, dado que tener sexo era peligroso para su futuro porque tendría muchos hijos, estaba forzado a hacerse una vasectomía. Todo en nombre de evitar la procastinación y de ofrecerle un futuro mejor. 

Y Jorge no se explicaba por qué, si todo esto era mejor para su futuro, le despertaba sentimientos tan encontrados como enojo, frustración, y, sobre todo, miedo. Lo mismo que sintió cuando el gobierno decidió que tenía que aportar a una AFP como trabajador independiente.