"¿Nos habrá hecho más conscientes o más cínicos? ¿Nos habrá motivado a preocuparnos más por quiénes nos rijan o nos ha convencido de que es un problema sin remedio?".(Ilustración: Giovanni Tazza)
"¿Nos habrá hecho más conscientes o más cínicos? ¿Nos habrá motivado a preocuparnos más por quiénes nos rijan o nos ha convencido de que es un problema sin remedio?".(Ilustración: Giovanni Tazza)

Mañana se cierran las inscripciones para participar en las elecciones congresales del 26 de enero próximo.

Vamos con las mismas normas que buscábamos cambiar. Entre las más notorias, pueden participar todos los grupos inscritos con las viejas reglas que, entre otras cosas, les permitieron “guardar” el partido para más adelante. También, hacer elecciones internas al gusto del cliente. (En la mayoría muy pocos o uno solo deciden quiénes van y en qué orden; en algunos casos, cobran por ello).

Se mantiene el voto preferencial. Es decir, volverá el frenesí del vota por mí, con el primer y supremo objetivo de ganarle al compañero de mi organización. Si compitiesen 20 listas podría haber hasta 2.600 campañas electorales unipersonales. (“Vamos a rajarnos hasta los juanetes, no defraudaremos la fe popular”; “tenemos mil planes de todo tamaño, de todo calibre, de toda extensión” [“Parlamanías”, escrita por Serafina Quinteras y musicalizada por ‘El Carreta’ Jorge Pérez])

Lamentablemente, sabemos por experiencia sufrida, que un sistema de “partidos” y una lógica de votación en la que compiten individuos y no agrupaciones se convierte en imán para todo tipo de demagogos (“...las corvinas, sobre las olas, nadarán fritas con su limón”) y de populistas (“serán vitalicios todos los empleos, con sueldo, propina, bonificación y se harán escuelas para analfabetos que hayan terminado segunda instrucción”).

Asimismo, como cada campaña cuesta y alguien tiene que pagarla. Y que siendo solo por un año y medio “es imposible recuperar lo invertido” (como una voz experimentada en el tema ha explicado), habrá que estar con los ojos muy abiertos, para ver cómo y a quién se le devuelve lo invertido.

Por supuesto que en el próximo Congreso habrá también gente honesta, competente y dispuesta a hacer lo mejor por su país. Ojalá que esta vez sean mucho más numerosos que en anteriores ocasiones. Difícil, por lo que ya se ve y por lo que previsiblemente se avecina, que logren ser mayoría. Es que, si el sancochado se hace con los mismos ingredientes, no hay como salga menestrón.

Pero, a la vez, estas son elecciones muy diferentes. Para empezar, se dan después de cuatro años de exacerbada confrontación que coincidieron con el descubrimiento de corrupción generalizada en la política. ¿Cómo ha impactado esto en los votantes?

¿Nos habrá hecho más conscientes o más cínicos? ¿Nos habrá motivado a preocuparnos más por quiénes nos rijan o nos ha convencido de que es un problema sin remedio? ¿Cuánto pesará el ser de izquierda o derecha? ¿Se alinearán los Con mis Hijos no te Metas con alguna lista? ¿Harán lo propio los promotores de Ni Una Menos y la perspectiva de género? ¿Pesará mucho el haber luchado contra la corrupción o serán temas “materiales” los que importarán? ¿Aumentarán o disminuirán los que, en la cola para votar, llamen por celular a la enamorada y le pregunten: “Oe, ¿y ahora, por quién voto?”.

Son elecciones, a la vez, muy diferentes porque es la primera vez en décadas que un Congreso no se elige a la par que al presidente. Es decir, no hay un líder que los unifique y arrastre. No hay reemplazos para ello. No lo serán, al menos suficientemente, los jefes de los partidos, porque o no son tan conocidos y valorados o están en franca decadencia. Creo que se va a parecer más a las elecciones regionales y municipales, pero solo con “partidos nacionales” participando. En la práctica estos van a operar en mucho como organizaciones regionales. Muy probablemente, además, con ideas políticas muy diferentes dependiendo del lugar. (Claro, en los casos en que las haya).

Al no haber candidato presidencial, ni grandes líderes en la escena, la orientación del voto dependerá, más de lo usual, de temas y problemas locales. (Lima por ser capital y por su tamaño sería una excepción) Por tanto, lo que determinará la composición del Congreso nacional va a ser la suma de resultados de 26 circunscripciones electorales, en las que en los partidos cascarón y que se alquilan al mejor postor (y que son los más) pueden haber llenado las listas con distinto tipo de gente en cada lugar.

Podría, por tanto, estarse sumando (en cada lugar y en el resultado final) papas con camotes. Dicho en otras palabras, podría terminar ocurriendo todo lo que queríamos cambiar con la reforma política.