"Tema del traidor y del héroe", por Jeremías Gamboa
"Tema del traidor y del héroe", por Jeremías Gamboa
Redacción EC

Durante las últimas semanas, a raíz de algunas conversaciones en torno a la política peruana, he notado un fenómeno curioso. Muchas de las personas que opinan sobre Alan García (de quien, por lo demás, tienen un pobre concepto ético y moral) se refieren a él con expresiones menos airadas o ácidas que aquellas con las que valoran a la alcaldesa Susana Villarán, a quien consideran torpe o ineficaz, aunque reconocen que honesta. Luego de algunas repreguntas, la lógica sale a la luz: en el “juego político”, más allá de la probidad, es preciso actuar con cálculo y estrategia, y dentro de todo no se puede negar que García es un viejo zorro, un político puro, un experto consumado del arte de relacionarse con el poder. Villarán, en cambio, pese a su buena entraña, ha cometido errores lamentables. Y eso, en política, no es apreciable.

Hace poco estuvo en Lima el escritor Javier Cercas. Su llegada coincidió con la muerte de , el político español que implementó la democracia de ese país a través de una serie de actos desleales para quienes lo formaron –la Falange de Francisco Franco– y a quien Cercas le dedicó su libro Anatomía de un instante. En varias entrevistas para medios locales, Cercas revisaba la paradoja de ese tipo de héroe –le llama el “héroe de la retirada”– que realiza un bien social a través de actos éticamente objetables. “Hay un momento en la vida en que es más noble la traición que la lealtad”, dijo. En su propio libro, analizando la figura de Suárez, él se pregunta si no hay una manera específica de definir la compleja relación entre la política y la ética. Y la hay. Desde Maquiavelo a Max Weber, pasando por Montaigne –a quienes cita– es evidente que la ética, cuando entra en el campo de la práctica del poder, se vuelve relativa: “¿Es insuficiente o mezquino juzgar éticamente a un político y solo hay que juzgarlo políticamente?”, se pregunta el escritor. Revisando el legado de Suárez, parece necesario considerar con seriedad la segunda manera.

Según algunas encuestas, para la opinión pública peruana Alan García es el líder de la oposición así como Luis Castañeda es el candidato principal al sillón municipal. Es la misma masa electoral que estuvo a punto de revocar a una de las pocas autoridades limpias que hemos tenido en los últimos años. ¿Qué ha pasado? ¿Cuándo inscribimos la frase “roba, pero trabaja” como idea tácita para entender la política en el Perú? ¿En qué momento ser honesto, o no robar, o ser demasiado “cándido” se convirtió en un estigma? ¿Fue cuando Vargas Llosa perdió las elecciones porque cometió el error de “decir la verdad” en campaña? ¿Cuándo Fujimori gobernó usando el programa económico de su rival traicionando a sus electores? ¿Cómo así todos los casos de corrupción últimos resultan menos escandalosos –en medios y en redes– que una primera dama subiéndose a una alfombra roja y rompiendo un supuesto protocolo? Hay traiciones y traiciones, sí. La que parece que hemos aprendido a tolerar, lamentablemente, no tiene nada de heroica.