"La tentación", por Marco Aurelio Denegri
"La tentación", por Marco Aurelio Denegri
Redacción EC

Antes decía la Academia en su Diccionario que la tentación era la “instigación o estímulo que induce o persuade a una cosa mala”. Como esta definición es medio ridícula y así se lo dijeron a la Academia varios lexicógrafos, la Corporación matritense se vio obligada a ofrecer esta otra definición: “Instigación o estímulo que induce el deseo de algo.” Como se ve, se eliminó la maldad de ese algo, pero muy tardíamente. Pretender a estas alturas, o sea a la hora undécima, que la tentación se desvincule de lo indebido, es pretensión infundada. Lo ejemplificaré en seguida. 

Para la mujer legítima, para la señora de su casa cuyo marido tiene en su oficina a una secretaria atractiva, para la señora de este señor, esa secretaria es o puede ser una tentación; es decir, la secretaria puede ser causa de que el cónyuge quebrante la fidelidad conyugal.

La secretaria, generalmente más joven que la mujer legítima, representa para el marido la novedad del estímulo. Lo que el señor tiene en casa es un estímulo que ya se ha gastado; en cambio, lo que tiene en la oficina es un estímulo nuevo.

Esto no quiere decir que todos los jefes terminen entendiéndose con sus secretarias. Lo que quiere decir es que en muchos casos puede ocurrir, porque como dicen los psicólogos de la India, la emoción viaja treinta mil veces más rápido que la razón, y el enamoramiento o acaramelamiento es básicamente una emoción sexual.

En lo antiguo se desconocía el significado que hoy prevalece del vocablo tentación, a saber, instigación al mal. Temptare, en latín, significa tentar, tocar, palpar; atacar, asediar, acometer, invadir; tantear, sondear, probar, examinar; tratar de conseguir algo, intentar, solicitar.

El DRAE recoge algunos de estos significados, pero la acepción más común, según queda dicho, es la acepción moral.

Santo Tomás decía que todas las tentaciones son en principio malas per se y si alguna vez son buenas lo son accidentalmente, esto es, de un modo inesencial. Pues bien: si no he entendido mal al Doctor Angélico, entonces la tentación en la que cayó Raquel Welch fue buena. En efecto, Raquel confiesa haber caído en la tentación gustativa siguiente: la de haberse comido un día, ella sola, solita, y de un tirón, un pastel de manzana que era para seis personas. Se dio el gran gusto de su vida y sin duda hizo bien en caer en la tentación y no fue en absoluto reprobable su caída. (Véase al respecto la página 242 del Programa Completo de Belleza y Salud de Raquel Welch, publicado en Barcelona por la Editorial Planeta.)