El timón y las ruedas, por Roberto Abusada Salah
El timón y las ruedas, por Roberto Abusada Salah
Roberto Abusada Salah

Un nuevo presidente con extraordinarias cualidades personales para el cargo, un discurso inaugural inspirador, un conjunto de ministros competentes y el alivio que produjo la finalización del mediocre gobierno anterior. Estas son las razones que han despertado, desde el 28 de julio pasado, la esperanza de progreso de toda la nación. Sin embargo, transcurridos tres meses de gobierno, la esperanza se empieza a mezclar con una dosis de impaciencia mientras el presidente y sus ministros caen en la cuenta de que la situación de la administración pública heredada no les permite actuar con rapidez y eficacia. ¡Tienen las manos en el timón, pero este está desconectado de las ruedas! 

Si bien algunos ministros han expresado sorpresa e incredulidad acerca del caótico Estado que deben liderar, es inentendible la falta en que han incurrido presidente y ministros al no haber informado a la nación minuciosamente sobre el desastre encontrado y las limitaciones que enfrentarán para remediar tal situación en un período corto de tiempo. De haberlo hecho, en el país se habrían reducido las expectativas de rápida mejora generando un mayor espacio a la actuación gubernamental. Quizá no sea aún muy tarde para hacerlo.

En el área económica, vemos hoy al gobierno concentrado en destrabar los grandes proyectos de inversión que encontró paralizados y así aliviar el principal problema que enfrenta la economía: la fuerte caída en la inversión privada. En efecto, la inversión privada, que hasta el 2013 fue el principal motor de crecimiento económico, está cayendo de manera estrepitosa. Esta inversión creció a una tasa promedio de 17% por año durante los tres primeros años de esta década haciendo que la economía crezca 7% cada año. Contrariamente, hoy viene cayendo de manera sostenida por más de 33 meses consecutivos, haciendo literalmente imposible la recuperación de la economía.  

En un intento de ocultar su incompetencia, el gobierno anterior una y otra vez solo atinó a culpar a la ‘situación económica internacional’ de la caída de la inversión. No cabe duda de que los eventos internacionales tienen un efecto importante en la economía peruana, pero ciertamente no son causa alguna que explique por qué el presente gobierno ha encontrado grandes proyectos de inversión paralizados por un monto equivalente a US$18.000 millones. 

De manera similar, la paralización de la inversión pública no tiene relación con el estado de la economía mundial. Para graficar este último punto, miremos la performance de la inversión pública durante el año pasado. A inicios del 2015, el gobierno planeó un fuerte incremento de 10% en la inversión pública para contrarrestar la caída en la inversión privada. Lejos de aumentar fuertemente, la inversión pública cayó 7,5% con respecto al año anterior. ¡Vaya manera de hacer política contracíclica! 

Es un hecho incontrovertible que el Estado actual no está en condiciones de volver a encender el crecimiento a menos que su administración sea objeto de cirugía mayor. Los ministros del nuevo gobierno podrán de seguro destrabar manualmente uno que otro gran proyecto de inversión, pero carecen de los instrumentos para lograr que de manera espontánea se reactiven las decenas de miles de proyectos hoy atrapados en la maraña burocrática. La administración del Gobierno Central, los gobiernos regionales y municipales, no la economía internacional, son los principales impedimentos para el crecimiento económico. Y la principal dificultad que encuentran hoy los ministros no es la de tomar el timón de la economía; deben limpiar profundamente y después reparar todo el complicado engranaje que conecta ese timón con las ruedas de la economía.

Ante esta situación, el presidente Kuczynski parece, afortunadamente, haber empoderado al presidente del Consejo de Ministros (PCM) para desempeñar la labor que en muchos países desempeña el jefe de Gobierno. La tarea es titánica. Se deberá establecer una clara cadena de mando y la rendición de cuentas entre la PCM con todos los ministros y las decenas de agencias del Gobierno Central. Este es el único e imprescindible atajo que se puede tomar para recuperar el manejo del Estado. Resta saber si esa tarea podrá extenderse con éxito hacia el ámbito local y regional en que la descoordinación, heterogeneidad de reglas, desmanejo y corrupción han llegado a niveles insostenibles. Son aquí dos las difíciles tareas por ejecutar. La primera, eliminar trámites y regulaciones innecesarias y redundantes para luego homogeneizarlos a través de todo el territorio. Y la segunda, imponer, con la ley vigente en la mano, el estricto respeto por parte de los gobiernos regionales al carácter unitario de una nación, evitando que el Perú se convierta en un archipiélago de pequeños estados que se creen independientes.