Tirar el primer ladrillo, por Fernando Rospigliosi
Tirar el primer ladrillo, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

Nadine Heredia no hizo caso a la enseñanza bíblica y el martes pasado arrojó la primera piedra o, mejor dicho, el primer ladrillo (de cocaína) acusando a sus adversarios políticos de estar vinculados con el narcotráfico.    

Desoyó así, olímpicamente, la prudente enseñanza de Jesús, “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (Juan 8:7), que disuadió a escribas y fariseos de seguir acusando a una mujer pecadora.

La acusación de la primera dama –considerada la gobernante de facto– fue, por decir lo menos, impropia: “Los dos partidos más importantes que se están presentando a las elecciones, me estoy refiriendo al Partido Aprista y al partido fujimorista, tienen y han tenido vínculos con el narcotráfico”.

Su objetivo, aconsejada por un nuevo equipo de asesores, era pasar a la ofensiva y sacar del escenario lo que ha sido –con justificada razón– la noticia de las últimas semanas, sus agendas con detalladas anotaciones sobre cuentas millonarias y enigmáticas reuniones con ‘Nico’ Maduro y empresarios brasileños, que luego pagaban insólitos honorarios a su íntima amiga Rocío Calderón.

La respuesta no se hizo esperar y los apristas recordaron los reportajes del periodista Pablo O’Brien, publicados en “Perú 21” en junio del 2011, donde se recogen varios testimonios de narcotraficantes y soldados que sirvieron en la base de Madre Mía, en el Alto Huallaga, con el capitán ‘Carlos’ –Ollanta Humala– que aseguraban que él recibía diez mil dólares por cada vuelo de avioneta cargada con droga a la que protegía. Incluso ordenaba a los efectivos que ayudaran a cargar las avionetas.

En la década de 1990 esa modalidad: pagar cupos a los militares que ocupaban la región para combatir al terrorismo, se generalizó (información que recogieron el informe de la Comisión de la Verdad, comisiones del Congreso y reportajes periodísticos).

También se ha recordado cómo el candidato Humala incorporó a su movimiento a los dirigentes cocaleros que, en algunos casos, no solo eran “luchadores sociales”, como se autodenominaban, sino que estaban fuertemente vinculados al tráfico de drogas. 

Nancy Obregón entró al Parlamento en la lista de Humala en el 2006 y luego se convirtió en funcionaria del Congreso en el 2011, apadrinada por Daniel Abugattás. En el 2013 el marido de Obregón, Fabio Chávez, fue sentenciado a 20 años por narcotráfico. Era el líder de una “firma” en Santa Rosa de Mishollo, Tocache, donde reside la familia de su cónyuge. Obregón también está actualmente presa, procesada por tráfico de drogas. Su ex asesor en el Parlamento, Max Caller, fue detenido en el 2009 con 141 kilos de cocaína.

Hoy día, el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro es el primer productor de coca y cocaína del Perú, que es el principal exportador de cocaína del mundo. Y, como en la década de 1990 el Alto Huallaga, está bajo control militar. Como ha mencionado varias veces en estas páginas el experto Rubén Vargas, las avionetas aterrizan y despegan en las inmediaciones de las bases militares. ¿Ollanta Humala no se acuerda cuando era capitán? ¿O sí?

Sin abundar en las muy actuales relaciones del abogado de la primera dama, Eduardo Roy Gates, con el clan Sánchez Paredes (“Caretas”, 20/8/2015).

En suma, con tremenda viga en el ojo –“¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:5)–, la primera dama debió pensarlo dos veces antes de lanzar la piedra. Pero todo indica que su ofuscación al haber perdido las agendas, que contienen reveladores indicios, es tan grande, que está dispuesta a cualquier cosa para tratar de difuminar sus oscuros manejos aun a costa de complicar, una vez más, a su maltrecho esposo.

Por supuesto, los narcoindultos son una terrible muestra de la penetración del narcotráfico en el Estado que comprometen al Apra y Alan García y, sin duda, serán un insistente tema en la campaña electoral. Para bien del país, es un asunto judicializado y en investigación –a diferencia de las acusaciones al capitán ‘Carlos’ y a su esposa, que con frecuencia resultan misteriosamente archivados–.

En conclusión, es positivo que se ventilen los tentáculos del narcotráfico en la política, aunque hasta ahora no se percibe una auténtica voluntad de enfrentar realmente el problema.