Trump defendió la postura de Putin sobre la injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos. (EPA)
Trump defendió la postura de Putin sobre la injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos. (EPA)
Enzo Defilippi

La semana pasada, durante el partido entre Croacia e Inglaterra, los espectadores rusos abucheaban al zaguero Domagoj Vida cada vez que tocaba la pelota. ¿La razón? Un video en el que le dedicó a Ucrania su gol contra y en el cual se despidió con la frase “Slava Ukrayini” (¡Gloria a Ucrania!), el eslogan de los nacionalistas de ese país. Así de tensas andan las cosas por allá.

Durante el último mes, sin embargo, el resto del mundo parece haberse olvidado de la anexión de Crimea, de la invasión a Georgia, del ‘bullying’ a Estonia, del abierto apoyo al sátrapa Bashar al Asad, y de las campañas de desinformación organizadas desde Moscú, entre otras jugadas antirreglamentarias del gobierno de . De hecho, la organización del Mundial ha sido una de las herramientas usadas por su gobierno para demostrar que las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea no han hecho mella en el prestigio internacional de ese país. Apunta en esa dirección el desfile de jefes de Estado extranjeros por las diferentes sedes mundialistas, a pesar de la masiva expulsión de diplomáticos rusos que provocó el reciente envenenamiento de un ex doble espía ruso en Londres.

es uno de los que deberían estar más preocupados por la facilidad con la que los ataques de Putin llegan al área contraria, ya que cada ocurrencia confirma la pérdida de liderazgo internacional de Estados Unidos. Trump, sin embargo, sigue dando señales de no entender de qué se trata ser el capitán del equipo ni de los beneficios que ello genera para su país. Él sigue en lo suyo, buscando peleas con quienes debería liderar.

Esto fue evidente la semana pasada, durante la cumbre de la OTAN en Bruselas, donde, en vez de dedicarle tiempo a fortalecer la relación con los demás miembros de la alianza atlántica, se dedicó a fustigarlos con un argumento risible: que aquellos que no gastaban al menos 2% de su presupuesto en defensa se estaban “aprovechando” de Estados Unidos. Como si el gasto militar de este país estuviese de alguna manera relacionado con la necesidad de defender a terceros, no con mantenerse como la primera potencia militar del mundo.

El lunes, el presidente estadounidense viajó a Helsinki para reunirse con Putin. Pero previamente estuvo un par de días en el Reino Unido, donde encontró tiempo para criticar cómo el gobierno de Theresa May está negociando el ‘brexit’ y para calificar a la Unión Europea (UE) como “enemigo comercial” de Estados Unidos (lo que le valió el brillante troleo de Donald Tusk, presidente de la UE, quien tuiteó diciendo que esas eran ‘fake news’). Sobre Rusia (y esto es vergonzoso), declaró que, a pesar de lo que afirman sus propias agencias de inteligencia, le cree más a Putin cuando dice que no interfirió en las elecciones del 2016 (justo cuando el fiscal especial Robert Mueller acababa de imputar a 12 ciudadanos de ese país).

Putin es sin duda un jugador brillante. Pero el principal responsable de la goleada que le viene propinando Rusia al resto del mundo es Trump, quien no para de meter autogoles.