(Fotos: Archivo El Comercio)
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Juan Carlos Tafur

La extrema derechización del y del le abre las puertas a los primeros esbozos de disidencias centristas o liberales en su propio seno. Los conflictos partidarios que se aprecian en el fujimorismo y en el aprismo no son solo diferendos estratégicos, sino fundamentalmente puestas de bandera ideológicas. 

En el fujimorismo la cosa parece más clara. ha conducido a un proceso paulatino de derechización del fujimorismo, exacerbando sus aspectos más conservadores en materias morales, autoritarias en asuntos políticos y populistas o mercantilistas en temas económicos. 

A diferencia de ella, apuesta por un centro liberal en cuanto a luchas sociales tipo igualdad de género, matrimonio gay o defensa de los derechos humanos, democráticos en sus requerimientos políticos y libre mercado en materia económica. 

Los postulados de Kenji Fujimori no tienen casi punto de conciliación con las posturas de la ultraderecha afincadas en . La ruptura es inevitable, más aun teniendo en cuenta la inmensa dificultad de Keiko de gobernar un partido que eventualmente pudiese albergar dos alas de pensamiento. 

Algo semejante sucede en el Apra. Hay una motivación táctica del aprismo para descalabrar a este gobierno. solo puede resucitar políticamente si genera el colapso del statu quo. De otro modo, están condenados, él a la jubilación política y el partido a un largo paréntesis antes de imaginarse una vuelta al poder. 

Pero es verdad también que hay sectores en Alfonso Ugarte que resienten la paulatina conservadurización del partido bajo el liderazgo de García, quien ha hecho del Apra el partido de la derecha peruana, muy lejos de los cartabones progresistas o hasta izquierdistas del aprismo histórico. 

Habrá motivos subalternos en los rebeldes, sin duda, pero es innegable que este giro radical hacia la derecha por parte de la nomenclatura ha hecho crujir la armadura de un partido que supo hacer del centro progresista o de la “izquierda democrática” su lugar natural. 

El clímax ultraderechista en el país se dio durante el segundo gobierno aprista; con García de presidente y la bancada fujimorista aupada al esquema de poder. Ese mismo esquema, pero en proporción distinta, es el que también se ve reeditado con el mandato legislativo abrumador que Fuerza Popular ha instalado en el Congreso de la República del presente con la anuencia de la bancada aprista. 

Hoy, es aún demasiado temprano para discernir quién vendrá en el 2021 luego del actual reinado ultra. Pero, por lo pronto, las escisiones centroderechistas que se aprecian son resultado de ello. 

Se pensaba con ilusa ingenuidad que un gobierno de centro republicano como el de PPK, acompañado por una bancada popular como la de Keiko Fujimori, iban a inaugurar un ciclo histórico virtuoso para la derecha (un buen pacto derechista hubiese allanado el camino de Keiko al 2021), pero la cosa se salió de la vereda. 

La cerrazón opositora de Fuerza Popular, el torpe indulto a Alberto Fujimori y la actual derechización de un Gabinete desacreditado, al inclinar en demasía la cancha, puede generar en la ciudadanía un renacimiento de espacios liberales o de centro. 

La del estribo: simple, redonda, con buena composición escenográfica y solventes actuaciones la obra teatral “La piedra oscura”, dirigida con sobriedad por Alberto Ísola y que va en el Teatro de Lucía. Rompe fuegos por todo lo alto en la temporada teatral del año.