"La variante delta amenaza con enmascarar al planeta entero nuevamente. Empieza una carrera más por las vacunas porque ahora los platudos buscarán terceras dosis para su población, antes de que los misios les hayan puesto siquiera una" (Ilustración: Giovanni Tazza).
"La variante delta amenaza con enmascarar al planeta entero nuevamente. Empieza una carrera más por las vacunas porque ahora los platudos buscarán terceras dosis para su población, antes de que los misios les hayan puesto siquiera una" (Ilustración: Giovanni Tazza).
Patricia del Río

Pocas veces en la historia de la humanidad nos ha tocado a todos padecer el mismo mal y tener que resolverlo en conjunto. Si bien esta no es la primera peste que azota el mundo, sí es la primera que ocurre en épocas en las que es más fácil llegar a China que a Purús, y en las que en ochenta días podrías darle la vuelta al mundo más de veinticinco veces (el récord es de 67 horas). El coronavirus salió del país más poderoso del mundo y se coló en islas, continentes pobres y sociedades recontra desarrolladas. Donde había un ser humano capaz de alojar el bicho, ahí llegaba con su nefasta capacidad de robarnos el aire. Y ya pasó más de un año desde que se presentó en sociedad y no piensa largarse: el sigue dando vueltas. Y cuando se queda mucho tiempo en un lugar donde los recursos no alcanzan para detenerlo, muta, se hace más fuerte y regresa a atormentar a quienes ya habían recuperado la sonrisa y la vida social.

Y, a pesar de que nunca hubo más ciencia que explicara la manera como se comporta el virus, su desplazamiento, su capacidad de contagio, los seres humanos hemos respondido al reto de cuidarnos como especie de la forma más autodestructiva posible. Hemos preferido las teorías conspirativas a la información comprobada o los cebos de culebra a los tratamientos médicos eficientes. Hemos sido testigos de presidentes que se rieron del virus, de mercaderes de la muerte que especularon con los precios de las mascarillas, el alcohol, las camas UCI, los nichos.

Pero uno de los comportamientos más estúpidos ha sido el acaparamiento de . Países como Canadá, hacia febrero de este año, habían comprado dosis suficientes para vacunar cinco veces a su población, mientras que las naciones de bajos ingresos aún corren el riesgo de dejar desprotegidos al 90% de sus habitantes. La ONU llamó la atención sobre esta desigualdad y pidió que se diseñara un plan mundial de vacunación en el que nadie se quedara atrás; pero el egoísmo se impuso. Los países que invirtieron en el desarrollo de la vacuna se pusieron primeros en la fila, y a pesar de que solo concentran el 16% de la población mundial, habían acaparado, según un estudio que realizó en febrero la Universidad de Duke, el 60% de las dosis vendidas hacia principios de año.

Y para los que están pensando “el que puede puede y el que no que aplauda”, sería interesante que guardaran sus conceptos de libre mercado por unos instantes y se pregunten por qué resulta estúpido aplicarlos en este contexto. Si tú tienes mil vacunas y yo ninguna, yo siempre podré contagiarte, mandarte mi variante mutada y malograrte tu inversión. ¿Me vas a cerrar las puertas de tu país? Genial. Y qué hacemos con el comercio. El mundo podrá llenarse de restricciones y volverse un espacio horrendo repleto de muros, y aun así el virus se saltará las fronteras sacándole la lengua a los funcionarios de migraciones.

La variante delta amenaza con enmascarar al planeta entero nuevamente. Empieza una carrera más por las vacunas porque ahora los platudos buscarán terceras dosis para su población, antes de que los misios les hayan puesto siquiera una. El Perú, a pesar de sus limitaciones, avanza con eficiencia, pero todavía hay quienes dudan en protegerse o le hacen ascos a la y exigen la . Parecen poseídos por la misma estupidez con la que actúan las grandes potencias. Como si fueran seres asociales que no tienen a nadie al lado. Tal vez sea hora que recordemos lo que escribió el poeta John Done hace casi 400 años: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.