Vargas Llosa, Velasco y más, por Martha Meier Miró Quesada
Vargas Llosa, Velasco y más, por Martha Meier Miró Quesada
Redacción EC

No hay duda de que Vargas Llosa es un artista del verbo. Bien merecido tiene el Nobel, más que por su obra literaria, por su asombrosa capacidad para escribir y opinar obviando o tergiversando convenientemente los hechos, de acuerdo al auditorio o a las tendencias del momento. En su edición de ayer, el polémico semanario “Hildebrandt en sus trece” revela sus estrechos vínculos con la derecha más recalcitrante de España. ¿Qué tal? Y aquí se nos autoimpone como “garante” de un gobierno en cuya alianza partidaria hierve la sangre más roja de la política nacional. Hace un par de días criticó al ilegítimo presidente venezolano, Nicolás Maduro, y el aprista Jorge del Castillo le preguntó en las redes sociales si su crítica alcanzaba a los amigos del chavista, es decir al Humala con “garantía” vargasllosiana.

Hijo natural de Arequipa y putativo de España, Vargas Llosa aplaudió jubiloso la dictadura militar de Juan Velasco. Lo señaló el escritor y periodista Jaime Bayly en una de sus columnas, donde dice que este se declaró “revolucionario”, partidario de la dictadura, y que en una carta de marzo de 1975 llamó “respetuosa y adulonamente, Señor Presidente” a Velasco; (resaltemos que para entonces ya se habían estatizado la banca, las haciendas, los medios, las minas, las petroleras). Así y todo, Varguitas llamaba “señor presidente” al dictador militar y ladrón. 

En enero de este año, sin embargo, Vargas Llosa escribió en el diario “El País”: “Cuando, en julio de 1974, la dictadura del general Juan Velasco Alvarado estatizó todos los diarios y canales de televisión en el Perú, explicó que hasta entonces en el país solo había habido libertad de empresa [pero] los diarios, radios y canales expropiados se dedicaron a ensalzar todas las iniciativas del régimen, a difamar y silenciar a sus críticos y, además de desaparecer toda libertad de información, el periodismo peruano alcanzó aquellos años unos extraordinarios niveles de mediocridad y envilecimiento”. ¿Cambia todo cambia?

 A los dominicanos los llama “parias caribeños” porque no está de acuerdo con la salida que –acorde a su realidad política y social– tratan de encontrarle al fenómeno de la migración haitiana hacia ese país. Muy inclusivo, pero en el 2007 dejó claro que debemos rechazar eso de “que todas las culturas, por el simple hecho de existir, son equivalentes y respetables. No es verdad. Hay algunas culturas más evolucionadas y modernas que otras”. ¿Qué dirá de los esfuerzos del Perú por reconocer los derechos de las poblaciones originarias?  

No se equivocó Bayly al sostener que Vargas Llosa era políticamente muy falible. Su escaso olfato para estos menesteres se grafica en una columna sobre el gobierno de Lula, tremendamente corrupto y que de paso impulsaba al comunista Foro de Sao Paulo. Escribió Vargas que Lula había “optado por un socialismo moderno, a la europea […] que de tal solo tiene el nombre, pues apoya la inversión extranjera y el mercado, la apertura económica y la empresa privada y por eso los empresarios brasileños están felices con él: saben que sus declaraciones esporádicas de simpatía hacia Chávez son meras concesiones”.

De no creerlo.