(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Carlos Paredes

Gloria al bravo pueblo / que el yugo lanzó, / la ley respetando, / la virtud y honor. // ¡Abajo cadenas! / gritaba el señor, / y el pobre en su choza / libertad pidió…

Así empieza el himno nacional de Venezuela. Y es ese bravo pueblo, que habiendo sido llevado a la miseria y al caos por un gobierno dictatorial y flagrantemente inepto, el que hoy se levanta frente a la opresión, el hambre y la corrupción. Dieciocho años de chavismo sumieron a Venezuela en un caos económico, social y político sin precedentes; en una crisis humanitaria.

Y es esta crisis la que finalmente despertó al bravo pueblo, sobre todo a sus jóvenes, quienes hace más de 50 días toman las calles y marchan con esperanza, buscando un cambio pacífico. Y todos los días son reprimidos, heridos y, algunos, asesinados. Ya son más de 60 los jóvenes que han muerto luchando por la libertad. La dictadura de Maduro reprime y asesina a sus jóvenes, y lo hace sin miramientos, frente a nuestros ojos, muchas veces cómplices.

Sin duda, el gobierno de se acerca a su fin. Pero la agonía de los venezolanos puede ser innecesariamente larga y sangrienta. Debemos ser solidarios y no cómplices de lo que Maduro y sus secuaces están haciendo. ¿Qué puede hacer el Perú? ¿Qué puede hacer el gobierno de PPK?

Desde un inicio, con su discurso ante la ONU, PPK marcó distancia con la actitud complaciente del gobierno de Humala en este campo (la cual, dicho sea de paso, muestra los peligros de aportes extranjeros a las campañas políticas en nuestro país). Luego, tras la visita de la esposa de Leopoldo López –dirigente opositor condenado a 14 años de prisión por protestar contra la dictadura– apoyó a las marchas de las mujeres en el país llanero. Y hace dos meses, tras el intento de Maduro de atribuirse las funciones del Poder Legislativo, retiró definitivamente a nuestro embajador de Caracas.

¿Y qué hizo el gobierno de Maduro? Nada; mantuvo a su embajador aquí. Correspondía que lo retirase, pero no. Maduro está acostumbrado a hacer lo que quiere, a romper las reglas del juego, en parte porque el resto de jugadores se lo permite. En efecto, ¿qué hicimos nosotros? Nada; se lo permitimos. Y es ese embajador en Lima el que pide resguardo policial y logra que las marchas pacíficas de los venezolanos residentes en el Perú no obtengan permiso de nuestras autoridades para protestar frente a su embajada. Hace dos semanas asistí a una de estas marchas, convocada en la plaza Washington. El despliegue policial fue impresionantemente innecesario. Y aunque nuestra policía nacional fue respetuosa y solidaria, es difícil entender por qué le hacemos caso al embajador de Maduro.

Si bien en las relaciones internacionales es preciso guardar las formas, es también necesario expresar tajantemente la firmeza de nuestras convicciones democráticas. Es hora de que el gobierno declare persona non grata al embajador de Maduro en el Perú. Nosotros ya retiramos a nuestro embajador, y si el gobierno chavista no tiene la decencia de retirar al suyo, deberíamos mandarlo de regreso a su tierra, a que viva y sufra lo que su gobierno está causando al pueblo venezolano. Ojalá que el gobierno de PPK lo haga muy pronto y que en la próxima reunión de cancilleres de la OEA el Perú lidere nuevamente una posición firme frente a la dictadura de Maduro.