(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).

Si usted le tiene ms miedo a tomar un avin que a subirse a un automvil, piensa igual que la mayora de las personas. Y, adems, esta mayora est equivocada.

Viajar en avin es mucho ms seguro. Los atentados del 11 de setiembre del 2001 son quizs los accidentes areos que ms recordamos. El ver esos accidentes en televisin en directo y haber ledo y escuchado toda la cobertura de prensa los ha dejado marcados en nuestra memoria. Y ha contribuido a que le temamos ms a volar. En los meses siguientes a los atentados, hubo una importante cada del nmero de pasajeros areos y un incremento de viajes por automvil en Estados Unidos.

El profesor alemn Gerd Gigerenzer estudi el fenmeno y lleg a una interesante conclusin: a las 2.996 vctimas del 11 de setiembre (de las cuales solo 266 eran pasajeros de avin) hay que sumarle 1.595 norteamericanos adicionales que murieron en accidentes de automvil en el ao siguiente por su decisin de no tomar un avin por el miedo a que este sufra un atentado.

La decisin que los condujo a la muerte fue absolutamente irracional. Si hubieran asumido el riesgo de volar (incluyendo el riesgo de un atentado terrorista) en lugar de viajar en carro, la gran mayora de estas vctimas adicionales (sino todas) estaran vivas.

Si usted toma un vuelo, el riesgo de que muera en un accidente es de uno en un milln trescientos mil. Virtualmente, nada. Para que tenga una idea, las posibilidades de salir a la calle y que lo parta un rayo son mayores.

Pero si usted se sube a un automvil, la posibilidad de morir es aproximadamente de uno entre 350.000. Los carros son mucho ms peligrosos y, sin embargo, les tememos ms a los aviones.

As como la persona comn toma malas decisiones sobre cmo viajar, los legisladores toman malas decisiones sobre cmo regular. La razn por la que las regulaciones a la actividad area son mucho mayores a las del transporte terrestre, es que los accidentes areos ocupan las primeras planas de todos los peridicos. Los accidentes automovilsticos, muy rara vez. Las catstrofes llaman ms nuestra atencin y afectan ms nuestras emociones. Se nubla nuestra posibilidad de analizar la realidad y tomar la decisin correcta.

Ello genera un fenmeno conocido como regulacin anecdtica: no se regula por lo que los nmeros dicen, sino por lo que la gente siente. Un evento ocasional impacta ms que lo que la estadstica dice. Y si una persona no entiende bien el riesgo de morir, un congresista menos.

Si aparece en los peridicos que alguien le dispar a un perro y lo mat, es posible (como ha ocurrido) que un congresista proponga un proyecto de ley para aumentar las penas a quien mata animales, aun as estadsticamente haya delitos peores y ms frecuentes.

Pero una de las formas de vacunarnos contra la regulacin anecdtica es mediante el anlisis costo-beneficio.

Desde hace varios aos, gracias a una iniciativa de Arturo Salazar Larran cuando fue congresista, el Reglamento del Congreso exige que, para admitir un proyecto de ley a trmite, este venga acompaado de un anlisis costo-beneficio. Es una norma de vanguardia. Pero, para variar, nuestros congresistas la han desperdiciado.

As se burlan de la exigencia incluyendo una frase que se limita a decir: Este proyecto no irroga gasto pblico y es muy bueno para la sociedad. La frase es falsa, primero, porque no es verdad que los proyectos no irroguen gastos al Estado. Toda ley debe ser cumplida y hacerla cumplir significa incurrir en costos. En segundo lugar, porque un anlisis costo-beneficio no se limita a incluir lo que gastara el Estado, sino los costos que les generara a los particulares cumplirla. En tercer lugar, porque no identifican ni cuantifican los beneficios. Y, en cuarto lugar, porque no hacen ninguna comparacin (ni cualitativa ni cuantitativa) que permite identificar que los beneficios superan a los costos.

Si yo fuera presidente del Congreso, lo primero que hara es que se cumpla la norma, se hagan anlisis costo-beneficio serios y que se reemplace la cantinflesca frase con la que se pretende cumplir la obligacin. De lo contrario, seguirn siendo las ancdotas las que dominarn nuestro destino.