"Finalmente, ¿significa todo lo anterior que no hay espacio para discutir la violación dentro de la comedia? No". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Finalmente, ¿significa todo lo anterior que no hay espacio para discutir la violación dentro de la comedia? No". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Daniela Meneses

“Hay una señora que salió en televisión a decirme que soy un delincuente. ¿Yo a quién he matado? ¿A quién he violado? A nadie. A la única que he violado es a mi mujer”. Las palabras las pronunció la semana pasada un cantante durante un concierto. Luego de esto, el Ministerio de la Mujer recordó en Twitter que la violación sexual dentro del matrimonio es un delito y que “si alguien lo confiesa públicamente, la fiscalía debe actuar de oficio”.

Es importante, sin duda, estar seguros de que detrás de lo dicho no se esconda un crimen. Sin embargo, también es verdad que al ver el video parecemos estar más ante un hombre intentando hacer un chiste que lo ayude a quedar mejor que frente a una confesión. Y, de hecho, a juzgar por las risas, así lo entendió también parte del público.

Hacer bromas en torno a la violación no es una novedad: lo hacen políticos y famosos, personajes de radio y televisión, amigos o conocidos. Aunque no se trata de prohibir este tipo de manifestaciones, sí necesitamos cuestionarlas. Al comenzar a hacerlo, aparece una observación: la gran mayoría de las veces, e incluso si dejamos de lado las consideraciones sobre la temática, estas, simplemente, no son graciosas. Así resumía la escritora Rebecca Solnit en un artículo en “The Guardian” esta variante de malos chistes: “Te ha pasado algo terrible, ¡ja, ja, ja, ja, ja! Voy a violar y degradar a una mujer y negarle su humanidad, ¡jo, jo, jo!”. En una de sus rutinas, la comediante estadounidense Cameron Esposito los ha caracterizado como meros gritos de ‘violación’ que esperan obtener risas.

Precisamente porque se trata de chistes tan básicos y vacíos, lo que se nos presenta como materia cómica no suele ser otra cosa más que la agresión misma. El ‘punch line’ es lo único que hay. Sin embargo, ¿sentimos que hay un espacio para reírnos de las agresiones en el Perú, donde casi dos tercios de las mujeres entre los 15 y los 49 años han sido víctima de violencia por parte de alguna pareja? ¿Tenemos de qué reírnos en el país que hasta junio de este año ya registraba más de 80 feminicidios?

¿Encontramos algo de gracioso en la violación dentro del matrimonio? Un delito que tiene lugar en el espacio que debería ser el más seguro, el hogar, y que suele venir de la mano con otros comportamientos de abuso doméstico. Un delito que muchas veces, además, es particularmente difícil denunciar: el perpetrador es la pareja y la justicia puede llegar tarde, mal o nunca. Y un delito que en realidad no es considerado tal en al menos 34 países del mundo (según data de la ONU al 2018).

Considerando entonces que no es una broma graciosa y que, además, se produce en un contexto de violencia, ¿hemos pensado en el impacto que puede estar teniendo esta broma? Entiendo que la pregunta es bastante general, y que la respuesta depende de muchos factores, incluyendo el contexto. Pero –especialmente teniendo en cuenta que vivimos en un país donde el 17% de la población urbana cree que si una mujer va sola a una fiesta y la violan es totalmente su culpa– esta es una pregunta que debemos hacernos. Hace unos años, Roxane Gay, profesora visitante en la Universidad de Yale, escribió en un medio: “El humor sobre la violencia sexual sugiere permisividad, no para la gente que nunca cometería esos actos, sino para la gente que tiene, cualquiera sea, esa debilidad que les permite hacer cosas terribles a los otros”.

Finalmente, ¿significa todo lo anterior que no hay espacio para discutir la violación dentro de la comedia? No. Una buena broma tiene la capacidad de escarbar en temas complejos y de exponernos e interpelarnos a través de la risa. Y esto se puede hacer también cuando la temática es la violación. En Estados Unidos hay, de hecho, una serie de mujeres (incluidas víctimas de violencia) que viene buscando hablar de este tema desde la comedia. Algo que Solnit ha descrito como una evolución de los chistes de violación: no son ya una burla de las víctimas cuando están en el piso, sino una burla hacia los violadores y la cultura de la violación. Pero, lamentablemente, no es ese tipo de bromas de las que estamos hablando.