El presidente Martín Vizcarra participó en la XXVI Cumbre Iberoamericana para garantizar la lucha contra la corrupción y la violencia hacia la mujer en el Perú. (Foto: USI)
El presidente Martín Vizcarra participó en la XXVI Cumbre Iberoamericana para garantizar la lucha contra la corrupción y la violencia hacia la mujer en el Perú. (Foto: USI)
Fernando Rospigliosi

A escasas tres semanas del convocado por el presidente , no se ha avanzado casi nada en la discusión pública de los temas que se decidirán en la consulta popular en la que se propone modificar decenas de artículos de la Constitución. Las ideas básicas que se mostraron al principio son las mismas que permanecen estancadas entre el público.

La propuesta más importante –y la más perniciosa– de Vizcarra, la no reelección de congresistas, era en realidad la única que le interesaba de la reforma política, porque le permitió remontar su menguante popularidad, explicable por su deficiente gestión, y subir en muy poco tiempo más de 20 puntos en las encuestas.

Las otras eran en realidad aderezos, ornamentos para hacer creer que tiene un auténtico interés en una reingeniería política. De hecho, la única realmente interesante, el retorno a la bicameralidad, era casi imposible de aplicar en la práctica –de acuerdo a la propuesta del gobierno– manteniendo el actual número de parlamentarios, divididos en 100 diputados y 30 senadores. Las circunscripciones electorales serían desiguales, con grotescas sobrerrepresentaciones y subrepresentaciones, que deformarían completamente el mapa político. ().

Cuando el Congreso la mejoró en algo, aprobando un Parlamento de 130 diputados y 50 senadores –es lo que se votará el 9 de diciembre–, el presidente Vizcarra, después de manifestar su acuerdo, reculó y se ha opuesto pretextando que se ha introducido en el texto el tema de la cuestión de confianza. De hecho no es popular aumentar el número de parlamentarios, como muestran todas las encuestas, y lo que le interesa a Vizcarra es sintonizar con la opinión pública para incrementar su popularidad.

La inclusión de un artículo sobre financiamiento de los partidos en la Constitución es irrelevante. El proyecto del gobierno copia la ley existente, que no ha servido para evitar la entrada de dinero sucio en las campañas. (El Congreso le añadió un dardo envenenado: “Solo se autoriza la difusión de propaganda electoral en medios de comunicación radiales y televisivos mediante financiamiento público indirecto”).Y, además, eso se debería mejorar mediante una ley y no un cambio constitucional, como han señalado los expertos. Pero Vizcarra necesitaba algún tema para decorar y embellecer lo que le interesaba.

Lo importante para el presidente es la no reelección. Para fundamentar su infausta proposición adujo que los gobernadores regionales y alcaldes no se pueden reelegir, cuando esa también es una demagógica y pésima idea que fue aprobada en el período anterior en medio de los grandes escándalos de corrupción que llevaron a prisión a varios gobernadores y alcaldes. Las consecuencias las sufriremos a partir del próximo año.

El actual Congreso, en lugar de cambiar esa norma al principio del período, la ignoró, lo que permitió a Vizcarra usarla como fundamento de su desatinada alternativa.

El repudio generalizado a los congresistas, pero en especial a los fujimoristas, es lo que ha posibilitado el éxito de Vizcarra con esa propuesta. No solo se ganaron la reputación de prepotentes y abusivos, sino que están marcados con el estigma de la corrupción, en particular por el proceso que ha llevado a la cárcel a y varios de sus principales colaboradores.

Sin embargo, la solución para canalizar el rechazo de los ciudadanos a la actual clase política es simple: no votar por ellos en la próxima elección. De hecho eso es lo que ha venido sucediendo en todos los últimos comicios, con una bajísima tasa de reelección de menos de 25% de congresistas.

Y en el caso del fujimorismo, es obvio que en el 2021 no tienen posibilidades de alcanzar sino una pequeñísima fracción de lo que obtuvieron en el 2016. Siempre y cuando, claro está, logren pasar la valla electoral.

Como bien ha observado Fernando Tuesta , “la no reelección de congresistas, contra lo que frecuentemente se cree, no tiene impacto en la mejora de la representación y más bien la puede empeorar. […] Nos quedaremos sin la posibilidad de reelegir a los buenos congresistas, que son pocos pero son, y sin bicameralidad. El problema se agrava si se toma en cuenta que, por ley, el Congreso no podrá modificar esta norma al menos dentro de dos años” (8/11/18). En verdad, es muy poco probable que ningún Congreso la cambie en el futuro previsible, teniendo en cuenta que la impopularidad de los políticos seguramente se mantendrá.

En síntesis, el sistema político peruano empeorará después del referéndum debido a la angurria del presidente por aumentar su popularidad. Y todo respaldado y celebrado por la coalición antifujimorista que ha elevado a la categoría de héroe a Vizcarra, como hicieron con otros varios ex presidentes procesados ahora por corrupción.