Presidente Martín Vizcarra y primer ministro Salvador del Solar salieron a despedir a Daniel Salaverry a la puerta de Palacio de Gobierno (Foto: GEC)
Presidente Martín Vizcarra y primer ministro Salvador del Solar salieron a despedir a Daniel Salaverry a la puerta de Palacio de Gobierno (Foto: GEC)
Juan Paredes Castro

El presidente y su jefe de Gabinete, , pretenden demasiado tarde recuperar para el Gobierno el foco de luz del poder político puesto por ellos mismos durante largo tiempo sobre una competencia ajena: las reformas políticas a cargo del .

No nos sorprendamos de lo que pasa hoy con y de lo que vaya a pasar mañana con las inversiones en general y pasado mañana con el crecimiento económico a la baja. Lo cierto es que el Gobierno sigue empeñado en buscar iluminación hacia afuera a costa de mayor oscuridad hacia dentro, con lo que no hay forma de que su visión del país pueda encajar en el rumbo más adecuado.

Vizcarra y Del Solar han perdido la oportunidad de distribuir mejor el foco de luz del poder político, de tal manera que la atención puesta en las reformas políticas, por importantes y necesarias que sean, no menoscabe en absoluto la conducción del Gobierno y del Estado, y que la prolongada tensa relación entre los grandes proyectos mineros y las comunidades locales adyacentes, como Tía María y Las Bambas, no termine estallándoles en la cara, como viene ocurriendo.

El mayor error de ambas personalidades es haber dejado peligrosamente de hacer gobierno para impulsar reformas políticas que no están en sus manos controlarlas ni aprobarlas, así quisiera llevarlas al extremo de provocar una disolución del Congreso.

Ver al presidente de la República enfrentando el insolente de Arequipa dice mucho de la gravedad del autoconfinamiento del Gobierno a la sombra, de donde le cuesta mucho salir cuando se trata de ejercer sus propias competencias. Al punto de que los ministros del régimen, muchos de ellos profesionales solventes, pasan por perfectos desconocidos, habiendo hecho del perfil bajo su supuesto mejor refugio político, cuando todos sabemos que sus funciones, incluidas las del refrendo de decretos, son eminentemente políticas.

Ahora resulta que Tía María “no va” porque así lo ha decidido el gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres. Encima, este le da al presidente Vizcarra un plazo de 72 horas para que revoque la licencia de construcción otorgada al proyecto. No solo estamos aquí ante la usurpación flagrante de un mandato político concreto, sino ante una grave señal de distorsión de las competencias regionales, que una vez más empujan a la deriva la esencia del gobierno unitario que defiende la Constitución.

De un tiempo a esta parte, de Gregorio Santos en Cajamarca a Elmer Cáceres en Arequipa, pasando por Walter Aduviri en Puno y Vladimir Cerrón en Junín, hemos tenido y seguimos teniendo demostraciones tangibles de que la descentralización y la regionalización, lejos de constituir proyectos inconclusos por resolver inteligente y racionalmente, se han convertido en plataformas políticas de liderazgos volcados a la tarea irresponsable de dar forma, cada cual a su manera, a “tierras de nadie” y a remedos de “Estado”, dentro del particularmente vulnerable Estado Peruano.

A mayor confinamiento en la sombra del presidente, del jefe del Gabinete y de los ministros de Estado, mayor será la pérdida de eficiencia y reflejos de todos ellos frente a sus responsabilidades de Gobierno y Estado. Y frente a la necesidad de que los principales problemas del país tengan alguna luz al otro lado del túnel, en lugar de ver permanentemente puesto el foco en la confrontación con el Congreso, que no nos lleva a ninguna parte.

Los acontecimientos de Tía María han sacado bruscamente al Gobierno de su zona de sombra, como suele pasar al borde de cada crisis. Pero si le prestamos una atenta mirada a la crisis de Tía María, encontraremos señales más preocupantes que el futuro de operación de una gran mina. Se trata de las señales de pérdida de autoridad presidencial, de pérdida de eficiencia en los mandos ministeriales y de pérdida de jerarquía del Estado al interior del país.

No me vengan con que esto es pasajero y se cura con un par de diálogos. Esta crisis ha venido a quedarse por largo tiempo.